Ametrallador: "¡Tendríais que escribir algo sobre mi un día de estos!"
Bufón: "¿Y por qué tendría que escribir sobre ti?"
Ametrallador: "¡Porque soy cojonudo y no es ningún farol! Yo tengo 157 caras amarillas cargados, y 50 búfalos también. Todos con certificado".
Bufón: "¿También mujeres? ¿Y niños?"
Ametrallador: "¡Algunos!"
Bufón: "¿Y cómo has podido matar a mujeres y niños?"
Ametrallador: "¡Fácil! Solo hay que apuntarles un poco mejor (ríe). !Qué puta es la guerra, eh! (ríe)".
Qué puta es la guerra. Vaya que sí lo es. Y siempre empieza igual. Un puñado de privilegiados, gobernantes, del color que sea, se miden para ver quién la tiene más larga. Le meten cierta ideología que envenena las mentes de sus respectivos países. Con el caldo de cultivo ya creado y al no estar conformes sobre la longitud de su ego, lanzan a su población al campo de batalla. Y finalmente, éstos son los que se matan sin cuartel, en medio de una población civil que vive la escasez, el hambre y la destrucción, mientras los gerifaltes, políticos e ideólogos beben, fuman y follan a placer, de espaldas a la soldadesca.
Que puta es la guerra. Ya lo fue la de Vietnam, retratada por Kubrick en 1987, y varias décadas antes, la Segunda Guerra Mundial. La guerra no tiene nada heroico. Es el acto más miserable del ser humano. Y como digo, la padece la gran mayoría para disfrute y beneficio de una corrupta minoría. Póngale a éstos la etiqueta que quiera, al final son lo mismo.