Todo final significa el comienzo de algo nuevo. Quitado el calificativo de bueno o malo, eliminado ese juicio, está claro que un punto y final vale para acabar una historia y empezar otra distinta, que no sabes a dónde te llevará, ni qué consecuencias tendrá. Por supuesto que el momento de ruptura, de decir adiós es, si no traumático, sí impactante, porque significa practicar un desapego al que jamás pensarías que harías frente.
Eso es algo que experimentan en poco más de hora y media Annette Bening y Bill Nighy, en Regreso a Hope Gap. Una película sencilla, bien estructurada y narrada, que pone en pantalla a un matrimonio donde hace mucho tiempo que la rutina entró por la puerta y el amor saltó por la ventana. Él, sin que ella lo espere, decide poner fin a 29 años de matrimonio, por unas razones que 'la' Bening se niega a entender, iniciándose un "conflicto" que, aunque se veía venir, pilla por sorpresa y vuela por los aires toda una vida que ya no existe.