“Internet es una cosa y su contraria. Podría remediar la soledad de muchos, pero resulta que la ha multiplicado", decía en el año 2013 el semiólogo y escritor italiano, Umberto Eco. El tiempo le ha dado la razón, con esta gran paradoja que producen las redes sociales, de dar la posibilidad de estar en contacto con millones de personas y a la vez provocar un vacío existencial.
El mundo virtual, en definitiva, se ha construido para escapar de las miserias de la realidad. Un autoengaño, que lleva a dar más poder al ego en detrimento de la esencia del ser humano. Esa huida hacia delante está construida desde la mentira, que como se sabe, tiene las patas muy cortas. Es como una droga. Adictos a las redes, que una vez apagadas, provocan la caída que produce esa emoción de la que hablaba Umberto Eco.
Sobre esta tesis trabaja el cineasta sueco, Magnus von Horn, en su segundo largometraje: Sweat, triunfadora en Chicago y en la sección oficial de Cannes en un 2020 que finalmente no pudo inaugurar. Una lástima porque tenía muchos posibles.