Que la vida es como un río, que no se puede tocar el mismo agua dos veces, porque la corriente que ya ha pasado no va a volver a pasar es, además de una frase propia de un motivador barato, una obviedad. Todos los momentos son únicos y por lo tanto irrepetibles. Alguna situación se puede parecer a otra pero, en ningún caso, será igual por diversos factores.
Por eso, decir que el verano de 1969 fue irrepetible sería caer en la simpleza de una frase hecha, pero sin duda nos encontramos ante uno de los periodos estivales más movidos de la historia reciente. El Festival de Woodstock, con toda su mística y artistas legendarios participantes, junto al mediático asesinato de Sharon Tate y a otras cuatro personas y el bebé que la actriz esperaba para dos semanas después de ese fatídico 8 de agosto, fueron dos de los hechos relevantes de ese verano. Pero sin duda, el momento cumbre fue la llegada del hombre a la luna, el 20 de julio de 1969. En Fly Me to the Moon nos hablan de ello.
La segunda es Kelly Jones, una experta en marketing contratada por el gobierno de Nixon para vender al mundo el músculo norteamericano en la carrera espacial que estos libraban con los soviéticos en plena Guerra Fría. La difícil convivencia entre ambos personajes alcanza su punto máximo cuando la Casa Blanca ordena a Jones que simule y emita un alunizaje falso debido a las altas posibilidades de fracaso de la misión.
Fly Me to the Moon es una comedia ligera, de enredo y con trasfondo histórico, que si bien no es perfecta en su desarrollo, es ideal para disfrutar en los cines en esta temporada estival. Quizá Channing Tatum esté muy lejos de esa figura de galán para la comedia como podían ser Hudson o por supuesto Cary Grant. Siendo este uno de los puntos débiles del film, se ve respaldado por el resto del reparto, muy acertado, especialmente unos notables Woody Harrelson y Ray Romano.
Otro acierto de la película es recrearse con la eterna duda de si la llegada de Armstrong, Collins y Aldrin fue o no un montaje. En ese sentido, cuando parece que la trama se está estancando, juega la baza del rodaje en unos estudios improvisados del alunizaje, con unos actores amateur y con un director de difícil trato y gran ego -un espléndido e irreverente Jim Rash-.
Pese al diseño de producción, con unos decorados y localizaciones bastante buenos, y una jugosa banda sonora evocadora de los sesenta, el regusto que deja el filme es agridulce. Ligero y simpático, sí; pero con la sensación de que con otro director se le hubiese sacado más jugo a esta historia. Aún así, nos encontramos ante un trabajo muy disfrutable, cosa que no parece muy difícil, dada la sequía que sufrimos en cuanto a calidad se refiere en nuestras salas de cine.
Ficha Técnica
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