Sobrenaturales, legendarias, míticas... Y algunas, hasta reales, creadas por el mismísimo hombre. Con el verano, a quién no le apetece darse un buen chapuzón en el mar, aunque en su inmensidad aguarden criaturas de semejantes características. O en un río, una charca, un lago... Una piscina.
El ser humano imagina allá donde no puede ver y la mente es capaz de hacer diabluras. ¿Pero son producto de la imaginación, solamente? Pues siempre estará la duda. Y ante la duda, el cine se ha erigido como baluarte para ofrecernos en la gran pantalla a estas 'bestias' de inframundo. Algunas con trasfondo, incluso en el mundo de la animación (El monstruo marino -2022-) y la mayoría con sed de sangre y carne humana.
Remontándonos a los clásicos, ahí está La mujer y el monstruo (1954), de Jack Arnold. Los secretos del Amazonas, una expedición científica y la siempre deliciosa Serie B. Tendría secuela, años más tarde. Incluso una especie de remake, triunfador en los Oscar, gracias al bueno de Guillermo del Toro y su La forma del agua.
La amenaza nuclear de los años 50 hizo que en 1954 viera la luz otros de esos títulos del género, como El monstruo del Océano. Las exóticas playas de México, una obsesión por una criatura ciclópea y el resto es historia. Las pruebas nucleares nos han dado grandes bestias. Sirva Godzilla como ejemplo, antes de meternos en esta selección y sus ramificaciones, para mirar al agua desde otra perspectiva.
20.000 leguas de viaje submarino
No abandonamos 1954. ¿Qué ocurriría ese año? En fin, que nos encontramos con 20.000 leguas de viaje submarino, la adaptación de la novela de Julio Verne, al que eso de adelantado a su tiempo se le queda corto, sin duda.
Richard Fleischer, dirigía una película de aventuras al uso, sin saltarse una coma del relato original. Un director que entre su medio centenar de obras cuenta con Barrabás, Testigo accidental, El estrangulador de Bostón, Vikingos, Tora! Tora! Tora!, Cuando el destino nos alcance, Conan el destructor o El guerrero rojo. Vamos, que el entretenimiento está asegurado.
Dicho lo cual, en 20.000 leguas de viaje submarino, James Mason es el icónico capitán Nemo, a bordo del Nautilus, la nave que rescata a una expedición que ha sido atacada por un misterioso monstruo. Entre los náufragos, Peter Lorre, Paul Lukas y el salvaje ballenero (cómo no), Kirk Douglas. Los primeros pinitos de Charles Grodin y dos premios Oscar al apartado técnico avalan una historia como pocas.
Moby Dick / En el corazón del mar
Dos años más tarde, 1956, Jon Houston adaptaba otra de esas grandes novelas de los mares: Moby Dick, de Herman Melville. La dramática lucha de un hombre obsesionado con la bestia legendaria del mar. Y ese no es otro que Gregory Peck, el capitán Ahab. Su obcecación lleva a la tripulación del Pequod a recorrer los siete mares para capturar a esa enigmática ballena.
Años más tarde, en 2015, Ron Howard iba más allá y presentaba En el corazón del mar, la historia real del ballenero que inspiró a Melville para escribir su obra. Obviamente le falta ese halo de un Gregory Peck al uso, pero el reparto encabezado por Chris Hemsworth, Benjamin Walker, Tom Holland, Cillian Murphy o Brendan Glesson, está la altura de la clásica película de aventuras en el mar.
Tiburón
Y sí, sin más preámbulos, vámonos a 1975, el año que cambió la historia del cine. Quien la haya visto, cada vez que entra en una playa, siente la música de John Williams en el cogote. Y quien diga lo contrario, miente.
Steven Spielberg colocaba a Roy Scheider, Robert Shaw y Richard Dreyfuss, o lo que es lo mismo, el jefe Brody, Quinn y Cooper a bordo del Orca, en busca del gran tiburón blanco, que arrasaba las playas de la veraniega Amity Island. Una bestia capaz de devorar un cuerpo humano en cuestión de segundos. Y uno de los mejores monstruos marinos mejor realizados hasta la fecha.
Hubo secuelas, ninguna a la altura, obviamente, aunque la segunda parte tiene sus cositas. Y de ella nacieron un sin fin de películas con los tiburones como reclamo. Open Water, El arrecife o A 47 metros, son las más destacables, si obviamos Sharknado y ese conglomerado de locuras. Incluyamos Megalodon y Deep Blue Sea, como la prueba palpable de que existe todo un género gracias a Spielberg. E insisto, la música de Williams sigue siendo aterradora cuando pisas la orilla.
Orca, la ballena asesina
En 1977, con la estela aún de Tiburón, Michael Anderson dirigía a Richard Harris en una película peculiar, que se ponía en la perspectiva del animal, una orca macho, que asiste al asesinato de su 'señora', embarazada además. Toma requiebro veraniego.
En esta cinta, Harris era el capitán Nolan, un tipo obsesionado (como sus predecesores, curiosa característica) con capturar a las consideradas reinas de los mares, con permiso de las ballenas: las orcas. ¡Liberad a Willy! restauraría su imagen, posteriormente.
Pero en esta película, la voracidad de estos cetáceos es brutal, máxime con el añadido de vengarse de quien ha roto una 'familia marina'. Abierta en canal por la crítica, tiene alicientes desde el punto de vista del entretenimiento, aparte de ser el debut cinematográfico de un ángel como Bo Dereck o contar con Charlotte Rampling en el reparto.
Piraña
Más de los años setenta. En esta ocasión, en 1978 se estrenaba Piraña, dirigida por uno de los 'hijos' cinematográficos de Roger Corman: Joe Dante. Abandonamos el mar para meternos en un río, donde creemos que las cosas marchan de otra manera. Pero cuando unas pirañas son liberadas de forma accidental y olfatean a los relajados turistas se acabó lo bueno.
Película de culto y también inspiración para otras tantas de serie B... Incluso Z. Ahora bien, cuenta con un remake bastante resultón, como Piraña 3D, del año 2010, protagonizado por Elisabeth Sue, Christopher Lloyd, Adam Scott, Ving Rhames o Jerry O'Connell, amén de cameos como el de la actriz porno, Gianna Mitchells, Eli Roth y Ritchard Dreyfuss. Más gore y sexual, menos seria que su predecesora, pero con tensión garantizada. Y mucha sangre, claro. Tuvo segunda parte, que es una absoluta basura.
Deep Rising
Volvemos al mar y a la década de los noventa. Recientemente nos dejaba Treat Williams, qué actor. En uno de sus trabajos más 'disparatados', aparte de Estamos muertos ¿o qué?, aparecía Deep Rising, en 1998, junto a Famke Jansen, Anthony Heald (maldito cabronazo), Kevin J. O'Connor, Wes Studi, Derrick O'Connor, Jason Flemyng, Cliff Curtis, Clifton Powell, Trevor Goddard y Djimon Hounsou.
En el mar de China, en mitad de la tormenta, un crucero queda varado por una acción de sabotaje. Hacia él va un barco con mercenarios que quieren abordar el lujo transatlántico. Sin embargo, en el interior, descubren que toda la tripulación ha sido absorbida por una extraña criatura, de dimensiones y apetito espectaculares.
Salvando la cutrez de las imágenes, con unos efectos especiales bastante mejorables, la primera parte de la película es muy entretenida. De hecho, gana puntos por no mostrar a la bestia, aberración de la evolución. Con chascarrillos varios, un doblaje buenísimo y ciertos momentos de tensión logra captar la atención. Luego va derivando en un infinito giro de situaciones rocambolescas y un monstruo que pierde el factor sorpresa, alargándose más de lo necesario. Eso sí, su final, es bastante resultón. Así que si hay pasta, con eso basta.
La piel fría
Por no dejar las profundidades del océano y como licencia cronológica, corremos hacia 2017. El miedo a lo desconocido, el choque de dos mundos o no saber quién es más monstruoso, si lo que surge del mar o los propios humanos. Con el sello español se estrenaba La piel fría, adaptación del libro de Albert Sánchez Piñol.
Dos fareros luchan a muerte contra criaturas que surgen de las profundidades del agua. Y a luchar toca, incluso con pequeñas píldoras sexuales de una Aura Garrido desconocida. Si has leído el libro, la película de Xavier Gens te deja -lo siento por esto- la piel fría. Ni rastro del componente filosófico y reflexivo de la obra literaria. No tenía que ser su cometido, vale, pero al menos dejar un rastro de su esencia.
En cambio, desde el punto de vista del entretenimiento, es una cita muy aceptable, por el poder de sus imágenes, con momentos de acción muy verosímiles y la tensión necesaria para estar en alerta allende la orilla del mar.
Mandíbulas
Ahora sí, regresamos al camino del tiempo. Antes de irnos de vacaciones había que pasar por Lake Placid, donde un cocodrilo de proporciones bíblicas siembra el terror en el lago. Se trata de Mandíbulas, dirigida en 1999 por Steve Miner y con Bill Pullman y Bridget Fonda como protagonistas.
La química brilla por su ausencia, en una película igualmente poco carismática y condicionada por sus predecesoras. Una acampada entre reptiles, salvada por Oliver Platt y Brendan Glesson, a caballo entre la comedia y la acción. Si te la tomas como sus responsables, te apaña una de esas noches de verano, que no tengas mucho que hacer.
Dos años antes, en 1997, estaba Anaconda, también con esos rimbombantes repartos, encabezado por Jennifer López, Eric Stolz o John Voigth, entre otros, también con expediciones al Amazonas y los secretos bajo el agua, como excusa.
También con los cocodrilos como trasfondo, Infierno bajo el agua dejaba momentos de tensión allá por 2019. Una película lastrada por el melodrama. Mejor será dejarlo por hoy no sin antes avisar, que antes de meter un pie en la piscina, en el río, en el agua o en el mar, echéis un vistazo alrededor.... Por si acaso.
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