Quizá para unos tipos de Boston, emularles a la franquicia de Chicago, sea un sacrilegio. Pero me crie en los noventa, y allí los Bulls de Jordan, Pipen, Kerr, Rodman, Kucoc, Longley, Harper o Brown eran la quintaesencia. ¡Pero si tenían de intro el Sirius de Alan Parsons Project! Más míticos no se podía ser.
Rallando ese misticismo están Ben Affleck y Matt Damon, un binomio cuasiperfecto. Por separado, Ben Affleck es un actor de notable alto. De notable muy alto, mejor dicho. Tras las cámaras, como director, entra dentro del Salón de la Fama. Un tipo poderoso con una cámara en las manos. Por su parte, Matt Damon es de sobresaliente hacia arriba como intérprete. No hace falta decir más. Júntales a ambos y tienes la ambrosía del cine moderno.
Es lo que sucede con Air, el último trabajo de ambos hasta la fecha tras El último duelo. La primera vez que Damon, si no me fallan los datos, se pone bajo las órdenes de su mejor amigo, dando vida a Sonny Vaccaro. Comparten planos perfectos, en la extraordinaria historia que cambió para siempre la historia comercial del deporte. La asociación entre Michael Jordan y la sección de baloncesto de Nike, que no solo originó las legendarias Air Jordan, sino que revolucionó la relación entre agentes, jugadores, equipos y marcas deportivas, que a partir de entonces tuvieron que repartirse un jugoso pastel de miles de millones de dólares.