Año 2002 -o puede que 2003- El primero fue la fecha de su estreno, eso es así. Recuerdo mi primera aproximación a Cédric Klapisch apenas siendo un adolescente, en clase de francés. Pasaron Una casa de locos en el instituto, como ejercicio. Me encantó ese grupo de Erasmus hasta que en 2013, esta vez sí en cines, fui testigo de como el cineasta galo cerraba la trilogía de Xavier con Nueva vida en Nueva York. Ese mismo año me licenciaba de Derecho y Periodismo y, como Romain Duris, parecía cerrar mi propio ciclo vital.
Confieso no haber visto más de Klapisch hasta ahora, que me ha vuelto a embriagar con otra deliciosa película como Un paso adelante, la historia de Élise, una joven de 26 años, que en el cenit de una gran carrera como bailarina clásica, sufre una aparatosa lesión sobre el escenario, en mitad de una función, tras quedar desgarrada por una imagen que a todos, en un momento de nuestra vida, nos ha llegado a doler.
El caso es que la falta de concentración y la tristeza repentina desembocan en una torcedura, que la obliga a apartarse de su sueño. Una vez que su mundo profesional y sentimental se desmorona, le quedan dos opciones: reinventarse o sucumbir.