¿Se pueden mezclar el aceite y el agua? ¿Puede el corazón recuperarse tras una dura separación sentimental? ¿Pueden los hombres y las mujeres ser simplemente amigos? Pues a la última pregunta, y quizá, a la segunda, contesten Meg Ryan y Billy Cristal en la fabulosa Cuando Harry encontró a Sally.
Paradigma de la comedia romántica, When Harry met Sally -título original- se mueve entre la comedia de los años 60 y el cine de la década de los 80, con una estructura clásica, que se ve salpicada de la cultura y las situaciones que podían vivir unos yuppies en el Nueva York de finales del siglo XX. A través de una joven pareja de estudiantes que deja Chicago para mudarse a la Gran Manzana y así continuar con sus estudios superiores, Rob Reiner disecciona las relaciones entre hombres y mujeres, desde la amistad al sexo pasando por el amor. Y no necesariamente en ese orden.
Antes de comentar la película hay que poner en antecedente las vidas de los dos responsables del filme. Reiner dirige un guion de Nora Ephron. Tanto el director como la guionista estaban pasando un momento tumultuoso en el plano sentimental. Los dos habían pasado por el desierto del divorcio, Reiner de la también directora de cine Penny Marshall y Ephron por partida doble, una de ellas del famoso periodista Carl Berstein, con el que había vivido un agitado matrimonio carente de lealtad. El amargor e incluso cinismo con el que ambos enfocaban las relaciones de pareja se ve reflejado en la película a la perfección.
Este es un apunte necesario en mi opinión, ya que en ningún momento la obra cae en lo pasteloso de forma artificial. No es naif, su punto de vista es bastante real y es fácil que el espectador se pueda ver reflejado en muchas situaciones y de esta forma logre empatizar con los protagonistas sin la necesidad de meterse, por así decirlo, en un cuento de hadas. Y lo hace con una sonrisa perenne en la cara.
Una pareja ¿perfecta?
Porque Cuando Harry encontró a Sally es una comedia perfecta. Lo es desde el inicio, cuando nos presenta a ambos personajes. Sally, una joven perfeccionista, algo inocente, romántica y discreta. En cambio Harry es un tipo ciertamente engreído, rudo en sus maneras y comentarios, cínico, pesimista, en definitiva un imbécil. Pero ambos tienen que compartir coche para viajar de Chicago a Nueva York. Él sostiene que un hombre y una mujer no pueden ser nunca amigos, ya que siempre estará presente la tensión sexual. Ella no da crédito a esa opinión, pero aguanta el chaparrón estoicamente durante todo el trayecto.
Harry: ¿Tú no tienes un lado pesimista? Ya, tú debes de ser de esas chicas que dibujan corazones en los puntos de las ies.
Sally: Puedo ser tan pesimista como cualquier otra persona.
Harry: Ah, ¿en serio? Cuando me compro un libro siempre leo primero la última página y así si me muero antes de terminarlo, sé cómo acaba. Eso, colega, es ser pesimista.
Es ese el primer encuentro de una relación que les hará coincidir y separarse a lo largo de los años. En ese transcurso, ambos maduran, por el paso del tiempo y por los sinsabores sentimentales. Él deja de ser un tipo engreído, tosco, abandonando esa personalidad más propia de un cretino, convirtiéndose así en un tipo más sensato que al inicio de la obra. Ella, a su vez, pierde inevitablemente la candidez de su juventud, mostrándose más segura de sí misma, con mayor autoconocimiento.
Ambos recorren el camino del amor al odio durante toda la película, pero de una forma gozosa. La tensión entre ambos, tanto sentimental como sexual, crece a lo largo de su particular historia sin que el ritmo decaiga en ningún momento. El guion se apoya, muy hábilmente, en declaraciones de parejas, matrimonios cercanos a la tercera edad que cuentan sus inicios, nos explican algunas vicisitudes que han pasado juntos. Reiner salpica la obra con estos testimonios y los utiliza para separar un capítulo de otro como si nos encontrásemos en una novela. Estos matrimonios nos hablan del amor, de su amor y de como lo han vivido.
Amor es el que siente la cámara por Meg Ryan y Billy Crystal. Es posible que ambos intérpretes no hayan estado nunca tan perfectos en una actuación. Hay química entre ellos, parece como si se conocieran de toda la vida. En algunas escenas, Crystal, humorista de profesión y con gran experiencia en el mundo de la televisión, improvisa provocando el nerviosismo de su partenaire. Y funciona a la perfección. Nos regalan una escena que se ha convertido en una de las más icónicas de la historia del cine, la del orgasmo fingido en la cafetería. Como curiosidad, señalar que la mujer que pide lo mismo que está tomando ella es la madre de Rob Reiner.
También hay que destacar la presencia de Bruno Kirby y Carrie Fisher en papeles secundarios pero muy jugosos. Ambos protagonizan una de las mejores escenas del filme, que a su vez es un epítome del humor fino y elegante que caracteriza al mismo. Es el momento en el que ambos se conocen, en una cita a cuatro con Harry y Sally. La conexión inicial entre ambos, como se desembarazan de sus amigos y comparten un taxi es una auténtica delicia.
Nueva York, un personaje más
Y por último, destacar a la ciudad que nunca duerme, a Nueva York. Es un tópico decir que NY se convierte en un personaje más del filme. Pero para eso están los tópicos, para repetirlos y caer en ellos, si puede ser con mesura. Y aquí, la Gran Manzana pasa de ser un marco incomparable en el que se desarrolla la historia a erigirse como un personaje más de la misma. Especialmente en las escenas que se desarrollan durante la Navidad. Es difícil encontrar una urbe que haya lucido más en estas fechas que Nueva York y Cuando Harry encontró a Sally es uno de los mejores ejemplos.
Es, a su vez, un ejemplo de como hacer cine de calidad. De como lo clásico no tiene porqué estar reñido con lo actual y es por ello que el filme que escribió Nora Ephron y dirigió Rob Reiner no ha perdido un ápice de frescura. Tiene, además, un final a la altura del resto de la obra. Un colofón perfecto durante una fiesta de Nochevieja que hace que sea una opción muy disfrutable para estas fechas del año. Para el resto, también. Bienvenidos a una de las mejores comedias de finales de siglo.
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