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jueves, 17 de marzo de 2022

'El padrino': Cincuenta años de una oferta irrechazable

Antes del 15 de marzo de 1972, la Paramount estaba en la miseria. Dos años antes había levantado cabeza con Love Story, pero desde entonces, solo cosechaba fracaso tras fracaso. Ese día, sin embargo, lo cambió todo. Vio la luz El padrino y elevó a la Paramount a los altares. Cincuenta años después, su oferta sigue siendo irrechazable.

El padrino trasciende al cine. No solo por sus múltiples curiosidades, como por ejemplo, que sea la obra cumbre del cine sobre la mafia, la Cosa Nostra, y que ambos términos no aparezcan en ningún renglón del guion que coescribieron Francis Ford Coppola y Mario Puzo, siguiendo la base de la novela homónima de este último. 

La Liga Italo-Americana de Derechos Civiles presionó de lo lindo para que fuera así, y acabó ganando, lógicamente. Incluso muchos de sus miembros hicieron cameos en esta obra cumbre del cine. Como dice uno de los capos en la reunión donde Vito y Tattaglia firman la paz: "después de todo, no somos animales".

Y es que sus frases también han pasado a la historia cultural y social de Hollywood, y por ende, del séptimo arte. Por no hablar de la música de Nino Rota. Pocas veces imagen y sonido se funden de esta manera. Valores como la familia, la amistad, la lealtad o el respeto fueron encumbrados a cotas desconocidas. Sí, es violenta, obviamente. Pero no es personal, solo negocios. Por eso la adaptación fue cien por cien fiel al libro, salvo en los saltos espacio-tiempo. 

De Sicilia a la tierra prometida

El padrino refleja a grandes rasgos el sueño americano. Influencia y poder, ganados a base de sangre, sudor y lágrimas. De las tierras de Sicilia a las calles de Nueva York y una renovada vis del mafioso. A partir de la boda de Connie, éstos dejaron de ser esos ángeles con caras sucias, para pasar a acariciar gatos, mientras hacían cumplir 'favores' y lucían los mejores trajes y reservados de la Gran Manzana, o promocionaban a artistas de la talla de Johnny Fontane, siempre que fuera capaz de aguantar como un hombre. 


Sí, no aparecía en el guion, pero la mafia estaba en todas partes. Ponía y quitaba jefes de policía, a su vez corrompidos por otras familias (seguro que Sterling Hayden no volvió a probar el solomillo), políticos, senadores, manejaba el juego. Era omnipresente.

Otra vez desde Sicilia a Nueva York, Coppola supo captar la esencia de un mundo hasta entonces tratado superficialmente. La fotografía de Gordon Willis hizo el resto, para poner en escena a una generación de actores irrepetibles. No es de extrañar que Woody Allen recurriera a Willis para gran parte de su filmografía (Manhattan, Interiores, Annie Hall, Zelig, Broadway Danny Rose).


La película de una generación de actores

Y es que algo hipnótico de The Godfather es su reparto. Empezando por Marlon Brando. Colosal, como siempre, atravesaba una racha similar a la de la productora. Había vivido tiempos mejores -¡y qué tiempos!-, pero en la piel de Vito Corleone... Si el arte de la interpretación vale algo, Marlon Brando lo puso de relieve.

Su elección pendió de un hilo y sonaron nombres de otros eternos como George C. Scott, Anthony Quinn, Ernest Borgnine o Lawrence Olivier, incluso Orson Welles. También Richard Conte, que a la postre dio luz a Barzini. Afortunadamente, en esta línea temporal, también acabó ganando el criterio de Coppola. 

Y como en la familia Corleone, el trabajo de Brando fue una especie de cesión del testigo para esa horneada de intérpretes que se venía cocinando, como Al Pacino o Robert Duvall, además de consagrar a James Caan y por supuesto, el enigmático y eterno John Cazale

Una conjunción del ayer y el hoy, donde también contribuyeron Richard Conte o Sterling Hayden, que venían de ser grandes estrellas del celuloide. Amén de un apartado femenino inmenso, con Talia Shire y Diane Keaton, como maestras de ceremonias. 

La guerra de las galaxias

El 15 de marzo de 1972 supuso por razones obvias, un giro de 160 grados para la industria. Pasada la edad de oro de los 20, 30 y sucesivos, ese día el cine se convertía en icono, leyenda de un género propio, sin menospreciar, obviamente, a quienes antes se habían aproximado a la Cosa Nostra. Por citar a James Cagney o La matanza del día de San Valentín.


Esta vez, sin embargo, Puzo y Coppola abrían en canal a las familias. Desde el capo, al don o un soldado raso, cada visionado te mete de lleno en estos clanes. Cuidado con los peajes; mira al otro lado de tu almohada; desconfía de quien te ofrezca una reunión y repudia a Satanás, mientras ajustas cuentas en una guerra que trasciende las galaxias. Hasta ahí su halo místico.

Y no es baladí esta comparación, pues en ese extenso hilo de curiosidades, la amistad entre Francis y George Lucas hizo que este último participara en el proyecto,  aunque sin aparecer en los créditos, lo que le permitió un año más tarde estrenar esa maravilla que es American Graffiti.


Me gusta pensar que de ahí surgió también la leyenda de La guerra de las galaxias, habiendo una conexión entre los Michael Corleone y los distintos Skywalker, que emprenden un camino de madurez y transformación hasta alcanzar sus meta, ya sea -como decía- repudiando a Satanás y obligando a Kate a mirar a otro lado, o pasar de la luz a la oscuridad dependiendo de la saga. Caminos sin retorno, donde los protagonistas de uno y otro lado afrontan sus destinos. 

Afortunadamente éste no fue el final. Hubo una segunda entrega, tanto o más maravillosa que la primigenia, y un cierre de trilogía brillante, si bien un escalón por debajo de sus predecesoras. Da igual. El 15 de marzo de 1972 siempre permanecerá en la memoria de quien se diga apreciar esto del cine. Ese día, el séptimo arte hizo honor a su nombre. Por otros cincuenta años más.

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