Gary Valantine -Cooper Hoffman- ve a Alana Kane -Alana Haim- y se enamora de ella. Un flechazo en toda regla, que constituye el argumento de la nueva película de Paul Thomas Anderson: Licorice Pizza. Una idea principal que encierra no solo una gran historia de amor entre un chico y una chica, sino una carta de amor a una ciudad, el Valle de San Fernando, y a una época, los años 70. Y eso, en manos de un director como PTA es una auténtica delicatessen.
Desde el primer fotograma te das cuenta que vas a asistir a algo especial. La historia entre un atrevido chaval de 15 años, que invita a cenar a una chica 10 años mayor que él. Ese optimismo que presenta el bueno de Gary Valantine ante las barreras y el carácter arisco al principio de Alana, te recuerdan a algunos momentos de tu adolescencia, en la que no había ni temor ni complejos, en los que el atrevimiento propio de la edad te gobernaba y como decían Marvin Gaye y Tammi Terrell: No hay montaña alta, no hay valle bajo, no hay río lo suficientemente ancho, nena -Ain't no mountain high enough, ain't no valley low, ain't no river wide enough, baby- cuando el amor llama a tu corazón. Especialmente el primer amor.