- ¿Por qué tienes tanto miedo?
- Escucha, no debes inmiscuirte en esto. ¡No es asunto tuyo!
- Los criminales de guerra conciernen a la Policía, pero si la Policía no quiere hacer nada, tendré que hacerlo yo.
Cine y periodismo. Periodismo y cine. Un binomio siempre interesante, como ponía de manifiesto en 1974 Odessa, coproducción británico-germana dirigida por Ronald Neame, y con Jon Voight, Maximilian Schell, Mary Tamm y Derek Jacobi como protagonistas.
Basada en la novela The Odessa File, de Frederick Forsyth, la película gira en torno a la investigación de los rescoldos del Nazismo, acabada ya la guerra, en la Alemania de 1963, a cargo del periodista freelance Peter Miller, al que da vida Jon Voight.
Como relata el diálogo del principio, Miller recibe de su contacto en la Policía el diario personal de Salomon Tauber, un judío que acaba de suicidarse dejando abierto el gas de su vivienda. El periodista acude a cubrir el suceso y su fuente entiende que de este documento puede sacar algo interesante.Al menos a nivel social. Craso error, pues un buen periodista siempre va más allá de la apariencia.
En su legado, Tauber narra los horrores sufridos en el campo de concentración que dirigía el capitán de las SS, Eduard Roschmann, más conocido como 'El carnicero de Riga', y que interpreta Maximilian Schell. Según su testimonio, el militar aún vive en Alemania, bajo una identidad falsa. Y lo que es peor, Roschmann está instigando a viejos soldados nazis, camuflados en la sociedad civil, para una especie de proyecto secreto bajo el nombre de 'Odessa', con el que hacer resurgir el III Reich.
La investigación de Miller para destapar esta trama corrupta le lleva a arriesgar su vida, toparse con el servicio secreto israelí e incluso encontrar lazos con el 'El carnicero de Riga', que le hacen tambalear sus convicciones morales.
Jon Voight, el periodista total
Así y pese a los Juicios de Núremberg, algunos de los procesos se cerraron en falso precisamente por esto. En otros casos, simplemente los gerifaltes nacionalsocialistas huyeron o cambiaron de identidad, mientras los servicios secretos judíos los persiguieron con ahínco, teniendo éxito en algunos casos.
Frederick Forsyth juega con esta posibilidad de un nuevo advenimiento del Nazismo, que ha camuflado a sus peones en la sociedad civil para un golpe desde dentro. Pero el mal, por fortuna, no siempre triunfa, y en este contexto, el autor viste de héroe a ese periodista incansable, movido por un objetivo más alto que su propia piel: el triunfo de la democracia frente a la tiranía y que el mundo conozca la verdad.
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