La historia de la humanidad se ha ido construyendo a través de los nómadas, que en un momento concreto dejan de serlo para asentarse en un punto fijo, y de ahí crear la civilización. Si en esa ubicación no hay prosperidad, vuelta de nuevo al camino, a seguir adelante y nunca detenerse.
Esa historia es más evidente en Estados Unidos, donde los colonos fueron asentándose y arrinconando a los nativos hasta casi su extinción. Probaban suerte en una zona y si no funcionaba: carretera y manta. Así hasta la actualidad.
El cine no ha sido ajeno a esto. Ya sea por ansias de fortuna o grandes depresiones, el norteamericano siempre se ha movido por el vasto territorio, por cuestión de supervivencia hasta encontrar un sitio en el que aposentarse. Y de no hallarlo, continuar en ruta. Ahí están Las uvas de la ira, La conquista del oeste o Luna de papel, como ejemplos más palpables. Pero también otros títulos como La quimera del oro, El tesoro de Sierra Madre o incluso El emperador del norte o Carnivale. En definitiva, títulos donde los protagonistas tratan de buscarse la vida de la mejor forma posible, inasequibles al desaliento.
Ahora, en pleno siglo XXI, llega una propuesta como Nomadland, dirigida por Chloé Zhao y protagonizada por Frances McDormand. Una apuesta más cercana a las obras de la Gran Depresión (1929) que a amasar oro, donde la oscarizada actriz da vida a Fern, una mujer que ha perdido a su marido, fallecido durante la crisis económica del 2008. Los efectos del colapso financiero arrasan su natal Nevada, y ella emprende un viaje en su furgoneta trabajando en distintos sectores: desde empaquetadora de Amazon, hasta un restaurante.