Páginas

martes, 3 de noviembre de 2020

'El candidato': Robert Redford, en la trastienda de una campaña electoral

El sistema político de Estados Unidos es uno de los más peculiares que existe en el mundo. El candidato de turno suele jugarse su puesto a pie de calle. Hasta el último momento, el día de las elecciones, todo detalle cuenta y vale para arañar el voto. Ese instinto del político, de bajarse al barro para rascar el máximo apoyo, le da al ciudadano medio la oportunidad de tener cara a cara a su político. Y si hay algo que en Estados Unidos no gusta nada en absoluto, a parte del comunismo, es la mentira. Algo con lo que tienen que lidiar tarde o temprano todos los políticos.

Eso sí, detrás de un candidato no solo está el partido por el que se presenta. De hecho, casi es lo de menos. Detrás de ese político que aspira al poder hay toda una trastienda, una maquinaria de asesores, centrados en que el mensaje llegue de la mejor forma posible a los electores. Es más, estos think tank son los artífices de catapultar la carrera política de una persona. Si bien es cierto que, en última instancia, es éste el que tendrá que jugársela y no solo poner el rostro.


Hollywood no ha sido ajena a toda esta industria, la política, con la que se ha relacionado a menudo, tanto dentro como fuera de los platós de rodaje. Una de esas películas es El candidato, dirigida por Michael Ritchie y producida y protagonizada por Robert Redford, bien secundado por Peter Boyle. Por momentos incluso, el monstruo de El jovencito Frankenstein eclipsa a la figura principal. Una metáfora de lo que hoy día sigue siendo la política.


Rodada en 1972, la cinta exprime al máximo toda la atmósfera que respiraba Estados Unidos en la década de los setenta. Una ciudadanía exigiendo cambios, movimientos sociales y culturales desafiando al poder establecido y un grupo de personas aspirantes a derribar el conformismo de las élites. De modo que El candidato se empapa de esos aires y crea el ecosistema perfecto, para lucimiento de un inmejorable Redford.

Él es Bill McKay, un joven e idealista abogado, que lucha por aquellas causas, que normalmente están alejadas de los mass media. Por ejemplo, el medio ambiente en California, con las playas de Santa Mónica arrasadas por la incipiente industria. Además proviene de familia acomodada, su padre ha sido congresista, lo que le da un estatus económico de cierto alivio, para reivindicar todas estas acciones.

El partido Demócrata se fija en él, toda vez que los republicanos campan a sus canchas, con Richard Nixon a punto de la reelección. Concretamente Marvin Lucas (Peter Boyle), que le instiga a presentarse al puesto de senador por California y acabar con la hegemonía republicana. Como las encuestas están en su contra, Lucas le ofrece a McKay la posibilidad de decir todo lo que piensa, sin filtro, pues la victoria parece una químera. Ya se encargará él y su equipo de masticarlo todo bien para el electorado. En la política, lo único que importa es llega al poder, y McKay pronto comprenderá que con el idealismo solo, no bastará.

El poder de la imagen

El cara a cara protagonizado por John Fitzgerald Kennedy y Richard Nixon, el 26 de septiembre de 1960, demostró que en política, la imagen lo es todo. JFK cuidó su aspecto al máximo. Una facha impoluta que absorbió por completo al mensaje de su oponente, visiblemente más nervioso. 

En El candidato, Ritchie juega con eso muy bien. Cuenta con la inestimable ayuda de un Robert Redford, que en 1972 estaba en la cresta de su carrera. Era el actor del momento y si hablamos de imagen, la de Redford es sencillamente perfecta. También su evolución. Del idealismo del principio al títere en manos de Boyle hay un viaje donde la cámara vuela. Como la campaña electoral, vertiginosa, sin apenas descanso. Ese es uno de sus triunfos: la narración de la historia.

El ritmo de la película, pues, es el mejor posible para que asistamos a la construcción de un candidato. Teniendo en cuenta además que fuera de ese traje está la novia y el padre de McKay. Con ellos, y grandes y elocuentes slogans al servicio de la imagen, se hace un político. Un producto final de todos los experimentos que sus asesores han ensayado en los think tank. Algo parecido, pero desde otra perspectiva, a lo que ofrecía Barry Levinson en la magnífica Cortina de Humo.

Toda esa trastienda de una campaña electoral, así como el poder en las sombras de asesores, se ofrece en El candidato. Después Michael Ritchie se lanzó a los brazos de la comedia, con títulos como Fletch el camaleón o El chico de oro. Pero en 1972, aprovechando el ambiente político, que recientemente ha retratado Aaron Sorkin en El juicio de los siete de Chicago, el cineasta americano brindaba un película que ha envejecido muy bien. A la altura de otros trabajos del género. Pese a su calidad, para mi la favorita sigue siendo Primary Colors.


Ficha Técnica

Título original: The Candidate

Año: 1972

Duración: 109 min.

Género: Drama / Política

País: Estados Unidos Estados Unidos

Dirección: Michael Ritchie

Guion: Jeremy Larner

Música: John Rubinstein

Fotografía: Victor J. Kemper, John Korty

Reparto: Robert Redford, Peter Boyle, Melvyn Douglas, Don Porter, Allen Garfield, Karen Carlson, Barry Sullivan

Premios: 1972: Oscar: Mejor guión original

                1972: Sindicato de Guionistas (WGA): Mejor guión original drama

Puntuación: 8/10

2 comentarios:

  1. Una temática muy actual. Ahora los candidatos (sobre todo uno) son más populistas, pero bueno es otra faceta del poder la imagen.

    ResponderEliminar
  2. Pues si ves esta película verás que el "populismo" es más viejo que la tos y en el bando demócrata. En el fondo es una buena crítica a este partido

    ResponderEliminar