Vuelvo a romper una lanza por el cine de los noventa. Tal vez porque fue la década en la que crecí o porque, visto con perspectiva, fue una década donde se rodaba con una libertad hoy anhelada, y donde el objetivo más inmediato era entretener a una sociedad, que experimentaba los albores de esa tecnología que ha acabado por devorarla. Por cierto, muchas de las cintas de aquella época presagiaban aspectos que ahora son cotidianos y dan verdadero asco.
Como por ejemplo, la corrección política o lingüista que se esta empezando a imponer; el coto a la libertad de expresión, en nombre de la "decencia" y el "respeto" a las normas que lo regulan absolutamente todo; por no hablar de una sexo virtual, ya que los contactos van a empezar a estar prohibidos, por eso de la salud y las pandemias del siglo XXI...
En definitiva, una basura "moderna", donde se trata al individuo de poco menos que una rata de laboratorio, a la que engordar y con la que experimentar hasta su muerte, en última instancia. Un deceso, disfrazado de eutanasia (por su bien, claro está), que se inflige sobre todo en aquella población que ya no es productiva ni rentable para el sistema. Sí, el Mundo Feliz de Aldous Huxley ya es una realidad.
Y en 1993, algo de eso se mascaba en películas como Demolition Man, opera prima de Marco Brambilla, que nos pone en pantalla un duelo de tipos duros entre Sylvester Stallone y Wesley Snipes. El primero, en la piel del policía John Spartan; y el segundo, en la del peligroso criminal Simon Phoenix (los nombres no pueden ser más míticos).
San Ángeles, 2032
La trama comienza en Los Ángeles, en 1996, dominada por el crimen y poco menos que la anarquía. Phoenix es un psicópata que afortunadamente es atrapado por Spartan, pero el arresto conlleva unos daños colaterales que acaban con el criminal y el policía encerrados en una moderna cárcel de criogenización, ideada por Raymond Cocteau (Nigel Hawthorne).
La originalidad del guión no se queda ahí. Phoenix es "descongelado" en el 2032, en la ahora conocida como San Ángeles, en cuya cúspide social está el propio Cocteau. Tras un periodo apocalíptico, la sociedad de ahora dista mucho de la de 1996.
Cocteau ha diseñado una ciudad sobre la base de la represión moral. No hay crímenes y las armas solo se ven en museos. A cambio de esa falsa seguridad, los ciudadanos han cedido su libertad, pues no pueden expresarse ni verbal, ni física, ni emocionalmente. Es más, todo contacto físico está prohibido, como el papel higiénico, la música (sustituida por spots publicitarios) o la sal. Si no es "bueno" para la salud o la moral: multa (que puede hacer las veces de papel de váter).
Además, hay una separación entre quienes viven arriba y los 'despojos' que viven en los subterráneos, liderados por Edgar Friendly (Denis Leary), un revolucionario que lucha por devolver la libertad de pensamiento y acción al individuo. Un verdadero 'grano en el culo' para quienes han ideado esta distopia.
Phoenix "ha despertado" en esta pusilánime sociedad con el objetivo de devolver el terror a las calles de San Ángeles, y recordar a los ciudadanos que por su seguridad debe prescindir aun más de su libertad. La policía de 2032 es incapaz de apresarlo. No saben actuar pos sí solos, ni siquiera portan armas y desconocen el significado de la fuerza (Rob Schneider, Benjamin Bratt y Bob Gunton).
Solo un maníaco puede cazar a otro maníaco, y ese es Spartan, que también es "descongelado". Éste contará con la ayuda de la agente Lenina Huxley (toma guiño de Sandra Bullock), para adaptarse a la mierda de la 'nueva normalidad', atrapar al psicópata y reestablecer las viejas costumbres.
De la acción, a la comedia, el entretenimiento y la reflexión
¿Por qué me he explayado en el argumento? Porque es fascinante los giros y temas que aborda Demolition Man, con la perspectiva que dan casi treinta años de su estreno. Traza un delicioso camino desde la acción, a la comedia, pasando a la reflexión, y siempre con el entretenimiento por bandera.
Hace casi tres décadas, la película fue vapuleada por la crítica, incluso nominada a los Premios Razzie. Y vale, sí, es verdad que muchos diálogos y situaciones son ridículas. Incluso las escenas de tiros y explosiones producen risas por su cutrez, no así las peleas de tú a tú entre Stallone y Snipes, desatados en sus distintos roles. Es más, las caras de Sylvester son todo un lujo.
Simon dice: De Wesley Snipes a Jeremy Irons
El malo de Demolition Man es negro, sí (nadie se rasgó las vestiduras en 1993). Se llama Wesley Snipes y ya digo, está desatado. Su 'Simon dice' marcó la senda para otro cabrón sin escrúpulos, como Jeremy Irons en Jungla de Cristal III. Y ahí otra de las esencias de esta década, villanos encarnados por tipos que jamás te los imaginarías ahí, pero que son cojonudos y están perfectos en su ejecución.
En el lado opuesto, los buenos. Cuánto ha dado Sylvester Stallone al cine y al público, en general. Un tipo fantástico, cuasi legendario ya y que con estos papeles luce como ninguno. A su altura, por cierto, Sandra Bullock, que sin hacer mucho ruido es una delicia tenerla de compañera de batallas de 'Rocky', sexo virtual incluido.
Hace unos meses, allá por mayo, Sylvester anunció la posibilidad de una segunda parte de Demolition Man, también ambientada en ese universo distópico que diseñara Huxley. Si el resultado es como la de su predecesora, e incluye más minutos para Denis Leary, yo encantado. Sería de justicia poética que Spartan volviera del pasado, al presente, para mandar al guano a la 'nueva normalidad'.
Ficha Técnica
Título original: Demolition Man
Año: 1993
Duración: 114 min.
Género: Acción / Ciencia Ficción / Fantástico Distopia
País: Estados Unidos
Dirección: Marco Brambilla
Guion: Peter M. Lenkov, Daniel Waters, Robert Reneau
Música: Elliot Goldenthal
Fotografía: Alex Thomson
Reparto: Sylvester Stallone, Wesley Snipes, Sandra Bullock, Rob Schneider, Bob Gunton, Nigel Hawthorne, Benjamin Bratt, Denis Leary, Grand L. Bush, Steve Kahan, Troy Evans, Pat Skipper, Brandy Ledford, Paul Perri, Bill Cobbs, Glenn Shadix
Puntuación: 7/10
La tengo como una de las películas 'malas' de Stallone. Quizá es que la vi con otros ojos, pero no le recuerdo posibilidad de reflexión... quizá va tocando una nova visualización...
ResponderEliminarEl hecho de verla 30 años después es jugar con ventaja. Ves que la sociedad que presentaban es desgraciadamente más real de lo que pensaban allá por 1993
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