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lunes, 6 de julio de 2020

Ennio Morricone: Hasta siempre, maestro

"Después del silencio, lo que más se acerca a expresar lo inexpresable es la música". Y que razón tenía Aldous Huxley, para esos momentos en los que las palabras son incapaces de manifestar un sentimiento. También en el cine, la música completa esa escena donde la expresión corporal de los actores o el plano del director, no puede llegar. Las notas son la quinta esencia, que dan a una secuencia la posibilidad de pasar al Olimpo de la posteridad.

Bien es verdad, y esto lo tenía claro Ennio Morricone, que en cualquier caso la música no puede eclipsar al trabajo del cineasta de turno. La música es el valor añadido, y como el romano apuntaba, lo primero que tiene que hacer el compositor es hablar con el director, que es quien elige qué quiere para cada toma. Una máxima, en cambio, que él mismo no cumplió en Átame, de Pedro Almodóvar. No fue hasta el estreno, cuando el manchego le agradeció el trabajo realizado.


Una obra que seguirá siempre ahí, aunque ya no haya más, para desconsuelo de quienes amamos la fusión de la música y el cine a través de las películas. Y es que esta madrugada se ha apagaba la vida del maestro Morricone. Una vida ligada al cine para siempre. 

Concretamente, a más de quinientas películas en las que fuimos sido 'Buenos, feos y malos'. Hasta 'Intocables'. En la gran o pequeña pantalla, 'La Misión' era disfrutar del trabajo del italiano, que entraba por el oído y llegaba al corazón. Y aunque su carácter, a veces, era un tanto 'Odioso', logró que esto del 'Cinema' y la vida, en general, fuera un 'Paradiso'.

Ennio Morricone nació en Roma el 10 de noviembre de 1928. Tras sus estudios básicos, Morricone ingresó en el Conservatorio de Santa Cecilia de Roma, donde estudió trompeta y compositor con el genio Goffredo Petrassi. Y de este entonces puso la banda sonora a muchas vidas (entre ellas, la mía), con más de quinientas películas.

Ennio Morricone y su amigo de infancia, Sergio Leone.

En todo este tiempo, el compositor trabajó con el citado Almodóvar, pero también junto a Bernardo Bertolucci, Brian de Palma, Roland Joffé, Passolini, Giuseppe Tornatore o Quentin Tarantino, a quien primero "despedazó", porque en Malditos Bastardos o Django, usaba de forma "caprichosa" sus composiciones. Sin embargo llegó la reconciliación y con Los odiosos ocho, Morricone ganó el único Oscar en toda su prolífica carrera. 

Pero sin duda sus colaboraciones más recordadas serían con su amigo del colegio, Sergio Leone. Desde la trilogía del dólar, Érase una vez en américa o Hasta que llegó su hora. Música eterna, como la ciudad que le vio nacer, y que hoy es mundialmente conocida por ese timbre característico, donde los instrumentos se mezclan con voces humanas y componen un todo magnífico.

Tras ganar el honorífico, Morricone se hizo con el Oscar por 'Los odiosos ocho'.

Leone, al rescate

Ennio Morricone es uno de los mejores compositores de bandas sonoras de su generación. Pero como siempre ocurre, los comienzos no son tan gratificantes como uno se imagina. En su caso, al salir del Conservatorio. Así, sus pinitos musicales fueron haciendo arreglos para obras de Gino Paoli, Paul Anka o Charles Aznavour. Allí ya introdujo algunos de sus matices, que compaginaba con películas neorrealistas, hasta que en 1964 Leone, su amigo de siempre, le rescató para su primera película: Por un puñado de dólares.


Allí nacía el sello Morricone, una originalidad nunca antes vista, que rompía la tradición italiana. Con elementos sencillos, como el silbido humano, alternado con la zampoña, la trompeta, el órgano o la guitarra, sumado al gusto de los silencios, dieron lugar al peculiar estilo Morricone. Y también a la marca registrada del Spaghetti western. 

La muerte tenía un precio o El bueno el feo y el malo ponían la guinda a esta trilogía, rompiendo con el clasicismo de los western de Ford o Hathaway, entre otros. Un western, el de Leone-Morricone, más bravo, grosero, rudo, tosco y salvaje, con orígenes indígenas y que se evidencia en esa fusión de las trompetas y las voces de El bueno, el feo y el malo. El desierto de Tabernas, en Almería; Clint Eastwood, Eli Wallach y Lee Van Clift ponían el resto para una épica que, décadas después, sigue siendo brutal.


Como apoteósicas fueron también sus colaboraciones con otro grande del género, como Sergio Corbucci. Y especialmente, en Salario para matar, y ese heroico final en el circo, con Franco Nero y Jack Palance al borde del infarto, mientras las notas de Morricone elevan la testosterona a límites inexplicables.

Leone y Morricone seguirían trabajando en Hasta que llegó su hora (impagables los momentos de Claudia Cardinale), Agáchate Maldito o, la considerada su obra cumbre: Érase una vez en América. -Junto a Novecento, una música ligada, para siempre, a la lucha de clases. En éstas, Morricone refinaba más su estilo, se volvía más íntimo, dejando a un lado ese salvaje oeste, preludio del mítico oboe, que luego haría historia en La Misión, por la que ganó el Globo de Oro.


Reconocimiento tardío

Más profunda si cabe fue su partitura de Cinema Paradiso, en 1988. Aquí, recuperando la locución de Huxley, mejor que hable por mí su música, pues cuesta explicar con palabras lo que representan cada una de sus notas, en esta carta de amor al cine, de Tornatore.


Y eso que un año antes, en 1987, Morricone había rozado la excelencia con Los intocables de Eliot Ness, peliculón dirigido por Brian de Palma, y un reparto en estado de gracia, encabeza por Kevin Costner, Sean Connery o Robert de Niro, en la piel de Capone. Una mezcla de épica (la carga en Canadá es sublime), tensión (vaya títulos de crédito) y tragedia (las escaleras, con Andy García de fondo), que hoy siguen siendo inigualables. 


Pues con todo ello, su primera nominación al Oscar llegó en 1978, con Días del cielo. Y no fue hasta 2007 cuando la Academia de Hollywood le reconoció con el Óscar honorífico. Estatuilla que después ganó con Tarantino, por su genial trabajo en Los odiosos ocho. Este año, de forma acertada, los Premios Princesa de Asturias reconocían su labor, junto a otra leyenda como John Williams

Desgraciadamente, no podrá recoger el galardón, pues su vida se ha apagado a los 91 años. Hay muertes, ajenas a tu ámbito familiar y social, y que aún así, sientes que una parte de tu vida se va. Este es uno de esos casos. De nuevo rescataré a Huxley, para la despedida y dar las gracias al maestro, por una música, la suya, que seguirá hablando para siempre. Grazie, genio.

4 comentarios:

  1. Gran post. Honor a quien honor merece... la música en el cine nos ayuda a experimentar la sensaciones de la película. En un drama, la melodía es lenta, melancólica... en una comedia, es más movida. Genial tu post.

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    1. Muchas gracias. La verdad es que, en mi caso, la música de Morricone me ha acompañado en muchos momentos de la vida. Ya es eterno

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  2. Un grande con todas las letras. Leyenda no solo ahora, sino desde hace décadas. Un trabajador del que se han copiado muchos.
    Un saludo

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  3. Marcó su sello propio. Eso es muy difícil y a la altura de poquitos

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