Se suele decir que los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York cambiaron el curso de la historia. Parte de razón hay, pues ahí está la Guerra de Afganistán, la segunda Guerra del Golfo, las primaveras árabes, la brutal crisis económica o el resurgimiento de los nacionalismos.
Y también a partir de aquel fatídico día, un hombre consiguió el poder absoluto de la primera potencia del mundo. Lo hizo desde la sombras, lanzando su caña de pescar y esperando con la paciencia de tantos años como burócrata a que un incauto (George W. Bush hijo) picara. Así es como Dick Cheney se convirtió en el 'capo' de Washington. Casi el amo del mundo. Haciendo y deshaciendo a su antojo, sin dar explicaciones y sin calibrar unas consecuencias aún hoy visibles.
O así al menos es como lo cuenta Adam Mckay (La gran apuesta) en El vicio del poder, su última película hasta la fecha con Christian Bale en el papel de Dick Cheney, el vicepresidente de Bush hijo, donde se aborda su ascenso desde la trastienda del poder hacia la cima del mismo. El 46º vicepresidente de los Estados Unidos, un superviviente nato y ejemplo del sueño americano, que aprovechó hasta el último resquicio legal para dominar la administración y, prácticamente, el gobierno global desde su despacho.
El vicio del poder, sin embargo, no es una biografía al uso, sino un relato satírico de cómo se mueve la política americana en los despachos, fuera de las urnas. Los entresijos del poder con momentos de comedia negra y ácidos diálogos que dejan muy mal parada a la administración estadounidense. Vividores de lo público durante décadas -todos los países tenemos chupopteros similares-, aberraciones humanes de traje y corbata que se ven reflejadas en un reparto espectacular.
Empezando por el propio Bale, camaleónico y perfecto como Dick Cheney. Dejando a un lado ese aire de superioridad, soberbio y arrogante con el que Bale se presenta al mundo, en la película de Mckay raya la excelencia. Un personaje oscuro, frívolo, que desde el anonimato y el silencio pasa de ser un lumpen al amo del cotarro.
El trabajo de Bale se hace más grande aún si cabe gracias a secundarios como Steve Carrell (Foxcatcher), en la piel de Donald Rumsfeld. Nuevamente, la madurez de Carrell más allá de la comedia simplona se hace patente en la película de Adam McKay. También Amy Adams (La llegada), brillante en el papel de Lynne Cheney. O Sam Rockwell (Tres anuncios en las afueras), que si bien los focos no se centran demasiado en él, cumple a la perfección dando forma al bobalicón de George W. Bush hijo, que produce vergüenza ajena. Sin olvidar al narrador de la historia, Jesse Plemons: fantástico (The Program).
Pero como Cheney, Adam Mckay pesca dentro de ese caos generado por un sistema que vive en constante actualización. En la confusión y el desorden de las imágenes, El vicio del poder se va desarrollando astutamente. Te lleva a su terreno. Es una película provocadora, a veces tendenciosa, pero que deja al espectador la imaginación suficiente para responder a preguntas que ha podido formularse en algún momento sobre la política mundial. O cómo la miseria humana no entiende de familias.
Con esta película, además, Mckay demuestra una evolución de su trayectoria donde la comedia, siempre presente, se ha estilizado. Dejando a un lado el surrealismo y el absurdo de trabajos como Los otros dos, Mckay pule su estilo propio aunque en esta ocasión se vuelve más fanático en su ataque a la administración de Bush hijo. En sus trabajos siempre hay algún destello de esa crítica -también a los medios de comunicación-, que ahora se hace más punzante. Utiliza a Dick Cheney para arremeter de manera frontal contra un republicanismo cínico, cateto y monstruoso.
Así pues, Adam Mckay es un cronista que desde su subjetividad trata de arrojar luz a las sombras que se han movido siempre en el poder. En esta ocasión, algo no muy lejano, que nos toca y se hace todavía sentir. No sé si El vicio del poder pasará a la historia del cine, pero estoy seguro que su provocación se va hacer notar por mucho tiempo. Y si eso sirve para valorar y pensar un momento antes de depositar el voto en la urna, sea bienvenida.
Título original: Vice
Año: 2018
Duración: 132 min.
Género: Biográfico / Drama / Política
País: Estados Unidos
Dirección: Adam McKay
Guión: Adam McKay
Música: Nicholas Britell
Fotografía: Greig Fraser
Reparto: Christian Bale, Amy Adams, Steve Carell, Sam Rockwell, Jesse Plemons, Alison Pill, Stefania Owen, Jillian Armenante, Brandon Sklenar, Brandon Firla, Abigail Marlowe, Liz Burnette, Matt Nolan, Brian Poth, Joey Brooks, Joe Sabatino, Tyler Perry, Shea Whigham, Cailee Spaeny, Fay Masterson, Don McManus, Adam Bartley, Lisa Gay Hamilton, Jeff Bosley, Scott Christopher, Mark Bramhall, Stephane Nicoli, Kirk Bovill, Naomi Watts, Alfred Molina
Premios: 2018: Premios Oscar: Mejor maquillaje. 8 nominaciones
2018: Globos de Oro: Mejor actor comedia (Bale). 6 nominaciones
2018: Premios BAFTA: Mejor montaje. 6 nominaciones
2018: Critics Choice Awards: 9 nominaciones, incluyendo Mejor película
2018: Asociación de Críticos de Chicago: Nominada a Mejor actor (Bale) y guion
2018: Sindicato de Productores (PGA): Nominada a Mejor película
2018: Sindicato de Directores (DGA): Nominada a Mejor director
2018: Sindicato de Guionistas (WGA): Nominada a Mejor guión original
2018: Sindicato de Actores (SAG): Nom. a Mejor actor (Bale) y actriz sec. (Adams)
Puntuación: 8/10
Y también a partir de aquel fatídico día, un hombre consiguió el poder absoluto de la primera potencia del mundo. Lo hizo desde la sombras, lanzando su caña de pescar y esperando con la paciencia de tantos años como burócrata a que un incauto (George W. Bush hijo) picara. Así es como Dick Cheney se convirtió en el 'capo' de Washington. Casi el amo del mundo. Haciendo y deshaciendo a su antojo, sin dar explicaciones y sin calibrar unas consecuencias aún hoy visibles.
O así al menos es como lo cuenta Adam Mckay (La gran apuesta) en El vicio del poder, su última película hasta la fecha con Christian Bale en el papel de Dick Cheney, el vicepresidente de Bush hijo, donde se aborda su ascenso desde la trastienda del poder hacia la cima del mismo. El 46º vicepresidente de los Estados Unidos, un superviviente nato y ejemplo del sueño americano, que aprovechó hasta el último resquicio legal para dominar la administración y, prácticamente, el gobierno global desde su despacho.
El vicio del poder, sin embargo, no es una biografía al uso, sino un relato satírico de cómo se mueve la política americana en los despachos, fuera de las urnas. Los entresijos del poder con momentos de comedia negra y ácidos diálogos que dejan muy mal parada a la administración estadounidense. Vividores de lo público durante décadas -todos los países tenemos chupopteros similares-, aberraciones humanes de traje y corbata que se ven reflejadas en un reparto espectacular.
Christian Bale, como Dick Cheney, y Sam Rockwell, como George W. Bush. |
Empezando por el propio Bale, camaleónico y perfecto como Dick Cheney. Dejando a un lado ese aire de superioridad, soberbio y arrogante con el que Bale se presenta al mundo, en la película de Mckay raya la excelencia. Un personaje oscuro, frívolo, que desde el anonimato y el silencio pasa de ser un lumpen al amo del cotarro.
El trabajo de Bale se hace más grande aún si cabe gracias a secundarios como Steve Carrell (Foxcatcher), en la piel de Donald Rumsfeld. Nuevamente, la madurez de Carrell más allá de la comedia simplona se hace patente en la película de Adam McKay. También Amy Adams (La llegada), brillante en el papel de Lynne Cheney. O Sam Rockwell (Tres anuncios en las afueras), que si bien los focos no se centran demasiado en él, cumple a la perfección dando forma al bobalicón de George W. Bush hijo, que produce vergüenza ajena. Sin olvidar al narrador de la historia, Jesse Plemons: fantástico (The Program).
Amy Adams es Lynne Cheney. |
Caos y provocación
El vicio del poder tiene una gran simbología y basa mucha de su fuerza en la potencia de las imágenes. Unas secuencias a veces caóticas porque se abarca tanto material que es imposible no fallar. De hecho quizá el montaje sea su punto más flaco dentro de un ritmo altísimo, que apenas te deja pestañear. Hay que estar muy atento a todo lo que sucede en pantalla, todos los títulos de crédito incluidos.En primer plano, Steve Carrell como Donald Rumsfeld. |
Pero como Cheney, Adam Mckay pesca dentro de ese caos generado por un sistema que vive en constante actualización. En la confusión y el desorden de las imágenes, El vicio del poder se va desarrollando astutamente. Te lleva a su terreno. Es una película provocadora, a veces tendenciosa, pero que deja al espectador la imaginación suficiente para responder a preguntas que ha podido formularse en algún momento sobre la política mundial. O cómo la miseria humana no entiende de familias.
La evolución de un director
Con El vicio del poder, Adam Mckay sigue la senda de criticar al sistema desde la burla, la ironía y un sarcasmo a la altura de muy pocos -la escena en el restaurante, con Alfred Molina, es brutal-. Repartiendo responsabilidades de cómo un atajo de imbéciles pueden llegar a convertirse en los dueños de la política mundial (recordemos que lo hicieron por las urnas), su último trabajo recoge el testigo de La gran apuesta y como en aquella, deja un regusto amargo del mundo en el que vivimos.Adam Mckay confirma su evolución con 'El vicio del poder'. |
Con esta película, además, Mckay demuestra una evolución de su trayectoria donde la comedia, siempre presente, se ha estilizado. Dejando a un lado el surrealismo y el absurdo de trabajos como Los otros dos, Mckay pule su estilo propio aunque en esta ocasión se vuelve más fanático en su ataque a la administración de Bush hijo. En sus trabajos siempre hay algún destello de esa crítica -también a los medios de comunicación-, que ahora se hace más punzante. Utiliza a Dick Cheney para arremeter de manera frontal contra un republicanismo cínico, cateto y monstruoso.
Así pues, Adam Mckay es un cronista que desde su subjetividad trata de arrojar luz a las sombras que se han movido siempre en el poder. En esta ocasión, algo no muy lejano, que nos toca y se hace todavía sentir. No sé si El vicio del poder pasará a la historia del cine, pero estoy seguro que su provocación se va hacer notar por mucho tiempo. Y si eso sirve para valorar y pensar un momento antes de depositar el voto en la urna, sea bienvenida.
Ficha Técnica
Título original: Vice
Año: 2018
Duración: 132 min.
Género: Biográfico / Drama / Política
País: Estados Unidos
Dirección: Adam McKay
Guión: Adam McKay
Música: Nicholas Britell
Fotografía: Greig Fraser
Reparto: Christian Bale, Amy Adams, Steve Carell, Sam Rockwell, Jesse Plemons, Alison Pill, Stefania Owen, Jillian Armenante, Brandon Sklenar, Brandon Firla, Abigail Marlowe, Liz Burnette, Matt Nolan, Brian Poth, Joey Brooks, Joe Sabatino, Tyler Perry, Shea Whigham, Cailee Spaeny, Fay Masterson, Don McManus, Adam Bartley, Lisa Gay Hamilton, Jeff Bosley, Scott Christopher, Mark Bramhall, Stephane Nicoli, Kirk Bovill, Naomi Watts, Alfred Molina
Premios: 2018: Premios Oscar: Mejor maquillaje. 8 nominaciones
2018: Globos de Oro: Mejor actor comedia (Bale). 6 nominaciones
2018: Premios BAFTA: Mejor montaje. 6 nominaciones
2018: Critics Choice Awards: 9 nominaciones, incluyendo Mejor película
2018: Asociación de Críticos de Chicago: Nominada a Mejor actor (Bale) y guion
2018: Sindicato de Productores (PGA): Nominada a Mejor película
2018: Sindicato de Directores (DGA): Nominada a Mejor director
2018: Sindicato de Guionistas (WGA): Nominada a Mejor guión original
2018: Sindicato de Actores (SAG): Nom. a Mejor actor (Bale) y actriz sec. (Adams)
Puntuación: 8/10
Menuda caraterización la de Christian Bale!! Sólo por verla merece la pena verla. La anotamos.
ResponderEliminarHemosVisto!
Yo te digo que casi me gusta más Steve Carrell!!!
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