Volver al pasado siempre tiene un gusto amargo que solo es capaz de producir la nostalgia. Pero si esta encima esta teñida de dramatismo y cuitas familiares sin resolver, más traumático puede suponer ese regreso a una vida que parecía olvidada. Eso es lo que va a experimentar Ruth Wilson (Locke, The Affair, El Llanero Solitario) en Dark River, película escrita y dirigida por Clio Barnard (The Selfish Giant).
Wilson es una joven que, quince años después de abandonar el hogar, debe regresar por el fallecimiento de su padre -Sean Bean bate récords y directamente esta muerto desde el inicio de la película-. Allí en la destartalada granja se encuentra su hermano, Mark Stanley (Un traidor como los nuestros, Juego de Tronos), con el que va a chocar desde el principio no solo por el destino de la granja familiar, sino por las heridas aun pendientes de cerrar de un pasado que dejó una oscura huella en la protagonistas.
Dark River es un drama rural con la fuerza y el magnetismo suficiente de mantener la atención a lo que ocurre en pantalla. Clio Barnard es directa en lo que va a contar. Mantiene la intriga en la construcción y evolución de los personajes y, de forma sutil, deja entrever que en esa familia algo gordo, muy gordo, ha pasado. Un camino explorado en otras ocasiones y que solo por a poner un ejemplo: en 1998, Thomas Vinterberg, con Celebración.
Obviamente, entre las dos dista un abismo desde el punto de vista no solo del argumento, personajes e interpretaciones. Pero sus caminos se cruzan en lo que late de fondo. Una familia rota por los fantasmas del pasado y siempre con la figura de un padre abominable. Pero si en Celebración esto te golpeaba como una buena bofetada de crudeza y tristeza, en Dark River se queda solo en la pena latente en cada secuencia, únicamente sacudida por escenas donde la rabia no puede contenerse más.
Clio Barnard construye así una tragedia que se cimienta sobre flashback más o menos oportunos, con ritmo pausado. No va a profundizar en los detalles escabrosos, eso lo deja a la interpretación de cada espectador. Esto a veces puede ser una fortaleza como una debilidad, y quizá ahí se pueda echar en falta un poco más de valentía narrativa ante tanta contención. Soltar las riendas y que los personajes se desboquen, que lo necesitan.
Pero lo que sí que ofrece la directora es un notable duelo de roles entre Ruth Wilson y Mark Stanley, correctos y extremos en sus papeles. De la vulnerabilidad a la fuerza por enterrar los viejos fantasmas. Intensos y a ratos perturbadores, ambos pasan por todos esos estadios emocionales antes de concluir su viaje. Un periplo que el propio título de la película resume a la perfección.
Título original: Dark River
Año: 2017
Duración: 89 min.
País: Reino Unido
Dirección: Clio Barnard
Guión: Clio Barnard
Música: Harry Escott
Fotografía: Adriano Goldman
Reparto: Ruth Wilson, Mark Stanley, Sean Bean, Esme Creed-Miles, Aiden McCullough, Shane Attwooll, Steve Garti, Una McNulty, Jonah Russell, Paul Roberson
Puntuación: 7/10
Wilson es una joven que, quince años después de abandonar el hogar, debe regresar por el fallecimiento de su padre -Sean Bean bate récords y directamente esta muerto desde el inicio de la película-. Allí en la destartalada granja se encuentra su hermano, Mark Stanley (Un traidor como los nuestros, Juego de Tronos), con el que va a chocar desde el principio no solo por el destino de la granja familiar, sino por las heridas aun pendientes de cerrar de un pasado que dejó una oscura huella en la protagonistas.
Dark River es un drama rural con la fuerza y el magnetismo suficiente de mantener la atención a lo que ocurre en pantalla. Clio Barnard es directa en lo que va a contar. Mantiene la intriga en la construcción y evolución de los personajes y, de forma sutil, deja entrever que en esa familia algo gordo, muy gordo, ha pasado. Un camino explorado en otras ocasiones y que solo por a poner un ejemplo: en 1998, Thomas Vinterberg, con Celebración.
Obviamente, entre las dos dista un abismo desde el punto de vista no solo del argumento, personajes e interpretaciones. Pero sus caminos se cruzan en lo que late de fondo. Una familia rota por los fantasmas del pasado y siempre con la figura de un padre abominable. Pero si en Celebración esto te golpeaba como una buena bofetada de crudeza y tristeza, en Dark River se queda solo en la pena latente en cada secuencia, únicamente sacudida por escenas donde la rabia no puede contenerse más.
Clio Barnard construye así una tragedia que se cimienta sobre flashback más o menos oportunos, con ritmo pausado. No va a profundizar en los detalles escabrosos, eso lo deja a la interpretación de cada espectador. Esto a veces puede ser una fortaleza como una debilidad, y quizá ahí se pueda echar en falta un poco más de valentía narrativa ante tanta contención. Soltar las riendas y que los personajes se desboquen, que lo necesitan.
Pero lo que sí que ofrece la directora es un notable duelo de roles entre Ruth Wilson y Mark Stanley, correctos y extremos en sus papeles. De la vulnerabilidad a la fuerza por enterrar los viejos fantasmas. Intensos y a ratos perturbadores, ambos pasan por todos esos estadios emocionales antes de concluir su viaje. Un periplo que el propio título de la película resume a la perfección.
Ficha Técnica
Título original: Dark River
Año: 2017
Duración: 89 min.
País: Reino Unido
Dirección: Clio Barnard
Guión: Clio Barnard
Música: Harry Escott
Fotografía: Adriano Goldman
Reparto: Ruth Wilson, Mark Stanley, Sean Bean, Esme Creed-Miles, Aiden McCullough, Shane Attwooll, Steve Garti, Una McNulty, Jonah Russell, Paul Roberson
Puntuación: 7/10
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