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martes, 1 de noviembre de 2016

'7 años': Todos tenemos un precio, pero nadie quiere pagar

La espada de Damocles pende sobre cuatro socios cofundadores de una exitosa empresa de aplicaciones tecnológicas. Uno de ellos debe sacrificarse por el resto e ir a la cárcel para evitar el descalabro de la compañía. Y eso por hacer trampas consentidas por todos y desviar dinero negro a Suiza -esto nos suena un poco bastante hoy en día-. Todos son culpables pero uno solo debe pagar la barra libre de tanto fraude.

Es una decisión difícil. Nadie está dispuesto a entregar su libertad por el bien del resto. Por ello, recurren a la figura de un mediador, para deliberar entre todos quién es más prescindible y quién tiene menos qué perder. Pero todo tiene un precio y cuando uno está acorralado sale lo peor que lleva dentro...


Esta es la propuesta de 7 años, la primera película española producida por Netflix y dirigida por Roger Gual, artífice de la genial Smoking Room. El cineasta otra vez analiza los conflictos humanos y las relaciones sociales ante situaciones adversas. Pero en esta ocasión, todo se condensa en una amplia habitación que poco a poco se va reduciendo, como la personalidad y la moralidad de los protagonistas. 

7 años es una película inteligente, sostenida por un buen guión y un equipo humano de mucho valor. Una tragedia moderna donde todo es importante. Cada detalle, cada palabra, cada situación y gesto es importante para crear esa atmósfera donde los personajes se van a empezar a devorar unos a otros en cuestión de segundos.

Teatro dentro del cine

En el centro: una mesa, cinco sillas, un tablero de ajedrez, mucho talento y más aún psicología, manipulación y traiciones. De una forma teatral, minimalista, asistimos a un juego psicológico entre cuatro actores muy notables. Paco León, descompuesto, a priori el más débil, pero con varios ases en la manga; Alex Brendemühl, la manipulación personificada; Juana Acosta, una dama de armas tomar; y Juan Pablo Raba, un tiburón sin un pelo de tonto. Cada uno con su idiosincrasia y un cascarón a punto de romperse.

Por encima de todos, el fantástico Manuel Morón, que representa la figura del mediador, tan necesaria aunque no nos demos cuenta. No juzga. No es su cometido. No tiene interés por ninguno de ellos y a veces parece un convidado de piedra. Solo asiste como espectador de lujo ante el canibalismo que presenciamos en poco más de hora y veinte minutos. Su momentos son, quizá, lo más lúcido de toda la sala.



La idea central de la película se destapa en los primeros compases. A partir e ahí, poco a poco los personajes se van desnudando y destripando unos a otros. 7 años es el tiempo que hay que pasar en la cárcel por la codicia de querer siempre más y no estar contento con nada. Esa habitación claustrofóbica donde se desarrolla todo es solo una metáfora de la gran prisión en la que nos movemos. 

Todos quieren evitar las rejas, pero no se dan cuenta de que se encuentran encerrados en la sede de una empresa que no deja tiempo libre ni vida más allá de un dinero que no se disfruta y una familia que pasa desapercibida, olvidada. En definitiva, una vida entregada a la codicia, esclava del dinero y ese ideal de éxito, fama y lujuria donde nos hemos instalado.  

Una partida de ajedrez

7 años se desarrolla como una partida de ajedrez a cuatro bandas. Una guerra donde cada uno de los implicados utiliza las debilidades del otro para atacar y manipular. La tensión narrativa, basada en un guión y unos diálogos potentes, es uno de los logros de esta cinta. A lo que se suma la psicología de los personajes, con los que nos llegamos a identificar según se van sucediendo las pruebas a las que se enfrentan.



Esa sensación de angustia y miedo que transmiten no se entienden sin el trabajo detrás de las cámaras de Roger Gual. Los primeros planos son básicos para hacernos partícipes de esta partida que a veces parece llegar a un callejón sin salida, condenada a tablas. La cámara vuela de un rincón a otro de la habitación, captando cada una de las inseguridades y potencias de los protagonistas.

En poco tiempo se condensa tanto, se mezclan tantas sensaciones como en una batidora. Te remueve y provoca. No puedes permitirte el lujo de pestañear antes de alcanzar el clímax. Pero después de tanto fuego, de tanto calor, el desenlace deja algo frío. Este es el debe del trabajo de Gual, junto a ese análisis básico de la corrupción que tanto apesta en estos años y que parece no salir de Suiza. A pesar de ello, la película se sostiene porque tiene argumentos fuertes a los que agarrarse. Y por ello, 7 años, merece la pena para ver en pantalla esas miserias que están a la orden del día.


Ficha Técnica


Título original: 7 años

Año: 2016

Duración: 76 min.

Género: Drama / Thriller

País: España España

Director: Roger Gual

Guión: José Cabeza, Julia Fontana

Música: Federico Jusid

Fotografía: Arnau Valls Colomer

Reparto: Alex Brendemühl, Paco León, Juana Acosta, Juan Pablo Raba, Manuel Morón

Puntuación: 7/10

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