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miércoles, 14 de septiembre de 2016

David Pulido, el artífice de la psicología de 'Tarde para la ira'

Un sueño hecho realidad. Eso es lo que está viviendo David Pulido, corresponsablejunto a Raúl Arévalo del ‘pedazo’ de guión que es Tarde para la ira. Un thriller psicológico que ha arrancado recientemente los aplausos en la Mostra de Venecia y cuya esencia nace de la combinación del talento natural de Raúl Arévalo para la dirección -ya sabíamos de su excelencia como actor, y ahora nos cautiva detrás de la cámara- y el conocimiento de la personalidad de David Pulido, psicólogo de profesión.

Ambos madrileños, se conocieron en el cumpleaños de una amiga en común. Y como las cosas grandes nacen de las más pequeñas casualidades, aquel chispazo fue el germen de lo que hoy es una de las películas del año, de la que hablamos con David.

Raúl Arévalo y David Pulido al final del rodaje
Coescribes el guión de Tarde para la ira con Raúl Arevalo, cómo surge tu participación en el proyecto.
Pues conozco a Raúl en el cumpleaños de una amiga. Soy psicólogo, con lo que no tengo contacto con el mundo del cine. Para mi Raúl Arévalo es este actor que empieza de repente a despuntar con Azul oscuro casi negro o El camino de los ingleses. Y le caigo bien y le pide el teléfono a mi amiga para hacerme alguna consulta sobre psicología de personajes para un corto que se le había ocurrido. Quedamos un día, aunque este corto nunca se hizo, pero sí que empezamos a ver que teníamos la misma sintonía a la hora del gusto por el cine o contar historias. 

Entonces a los dos meses de conocerme Raúl queda un día conmigo y me dice: 'Mira tengo una idea para una película, ¿tú querrías escribirla conmigo?' Entonces claro, para una persona como yo esto era una joya. Paralelamente a esto me había matriculado en un curso de la Factoría del Guión, porque era una cosa que me gustaba. Pero es paralelo, coincidieron ambas cosas en el tiempo. No fue una cosa de voy a formarme o que él supiera que soy guionista. Entonces quedábamos para hablar de Tarde para la ira cuando todavía era una idea de dos folios. Fue un proceso muy largo, donde nos fuimos haciendo amigos a la vez que escribíamos la película, y escribíamos la película a la vez que nos íbamos haciendo amigos. Para mí el gusto era quedar con Raúl a la vez que me iba haciendo más amigo de él y de su círculo y poder hablar de cine.

¿Cuánta libertad habéis tenido para escribir esa maravilla que vemos en pantalla?
(Sonríe) Absoluta. Nosotros no estábamos respondiendo a ningún encargo. Escribíamos por el gusto de escribir y haciendo la película que queríamos escribir. Lógicamente como han pasado tantos años también nuestro gusto cambiaba. Pues a lo mejor al principio teníamos un gusto de hacer una cosa con un giro más radical, luego nos íbamos a un tipo de película menos efectista y más sutil. Ha sido una cosa entre nosotros, lo que hemos ido decidiendo con el tiempo y cómo lo hemos ido cambiando.

Sí que es verdad que cuando está acabado y empiezan a leerlo las productoras a lo mejor nos dicen: 'Oye mira, no metáis animales porque encarecen el proyecto y es una lata'. Recuerdo, por ejemplo, haber cambiado alguna escena con animales por esto, pero a los dos meses a Raúl se le ocurre la secuencia inicial de la película, que a nivel de rodarla es muy complicada, y tampoco nadie nos dijo: 'Pero dónde vais con esto, os estamos diciendo que quitéis escenas con animales y ahora metéis un plano secuencia con un coche volcándose'. O sea que hemos tenido toda la libertad del mundo en ese aspecto.

Al hilo de esto, has estado presente en todo el proceso de rodaje, ¿cómo ha sido y qué sensación te produjo ver el trabajo finalizado?
Sí que estuve en el rodaje, primero porque la productora, Beatriz Bodegas, facilitó todo desde el principio. Ella me dijo una cosa como que eso de que el guionista se apartara del proyecto era una cosa muy antigua, que el guionista tenía que tener su sitio y que yo estaba invitado a todo el proceso de rodaje. Para una persona cinéfila, que nunca había trabajado profesionalmente pues imagínate estar de repente en el rodaje de una ‘peli’. Yo me cogí mis vacaciones de la consulta y con total gusto las empleé en estar en el rodaje (ríe) Y luego porque soy amigo de Raúl, ya no solo como psicólogo sino como amigo. Me decía: 'Oye David he pensado esta música, escúchala'. Raúl es exigente y obsesivo con su trabajo. Te puede mandar un mensaje a las tres de la mañana porque se le ha ocurrido alguien para un papel y qué me parece.

Luego durante el montaje. Raúl lo cuenta, fue la peor etapa. Para una persona exigente como él, es donde te das cuenta de lo que has hecho bien, lo que has hecho mal, cómo lo arreglas. Y ahí él estuvo un poco más dándole vueltas y me estuvo enseñando cosas. Y acabada la vi en Venecia. Había visto algunas pruebas antes, pero a lo mejor sin música o porque me consultaba cosas. Pero terminada la vi en Venecia. ¿Que cómo me sentí? Pues lloré (ríe). Para alguien que de repente ve ese sueño que empezó como una especie de idea de: '¿Anda, sabéis que quedo con Raúl Arévalo para hablar de una película?', a verlo convertido en Tarde para la ira, me emocioné y sigo haciéndolo.

Premiada en Venecia, ahora a Toronto y lo que venga por delante. Imaginabais este éxito teniendo en cuenta que es la opera prima de Raúl y tu primer guión.
En absoluto. A ver, son muchos años. El acabar la película no es algo que te pille por sorpresa. Es un sueño que se va cumpliendo, pero han sido muchos años de dar vueltas al guión. Es verdad que es nuestra opera prima y que nos ha salido muy bien y nos sentimos privilegiados, pero quiero reseñar que no es una cosa que se nos ocurriera un fin de semana. Han pasado catorce o quince versiones de guión. Los ocho años que pasa uno de los protagonistas en la cárcel es el que nosotros nos pasamos intentando dar salida al guión (ríe) y digamos que estaba ya muy pensado. Pero que fuera a gustar tanto no lo teníamos claro. 

No es una película fácil, ni comercial. No es una película como les gusta ahora a las productoras de buen rollo, que sales contento del cine. Queríamos hacer algo que nos gustara a nosotros y que fuera fiel a la idea que siempre había tenido Raúl en la cabeza. Y la verdad que no nos esperábamos una respuesta así desde que se proyectó en Venecia y en Madrid. Estamos muy contentos.

'Tarde para la ira' ha cautivado en Venecia y su estreno en todos los cines de España

En la película, obviamente y con tu participación, hay mucho de psicología por las características de los personajes. La Psicología es clave para entender el desarrollo de la cinta.
Creo que es verdad que uno de los trabajos más concienzudos que hemos hecho a nivel de guión es la psicología de los personajes. Cómo construir ya no solo a José y Curro, sino también al personaje de Ana, al de Manolo Solo, o el de Carmen. Ahí sí que hemos hecho un trabajo muy concienzudo y tenemos la suerte de que Raúl es actor, domina eso de meterse en la piel de los personajes, y que yo soy psicólogo y puedo, de alguna manera, fundamentar parte de esa psicología del personaje. 

También te diré aquí Roberto que nunca podemos ser del todo realistas. El personaje de Antonio de la Torre, que es el más complejo a nivel psicológico, probablemente si fuera real tendría otra serie de conductas asociadas que no son nada cinematográficas, incluso podrían parecer exageradas. Muchas veces la realidad no es verosímil. Yo, muchas situaciones que veo en consulta, si lo traspasamos al cine, la gente diría que eso es forzado y no puede existir. Entonces ha habido una labor luego de depurar un poco y adaptar, y que haya esa mezcla entre un enfoque psicológico verosímil que no siempre es el más realista.

Desde ese enfoque que hablamos y a colación del personaje de Antonio de la Torre, ¿su actitud, desde el punto de vista de la Psicología, se puede llegar a entender?
Sí. Existen situaciones de personas que les han pasado cosas parecidas en la realidad. Cosas terribles a personas cercanas suyas y que tienen que seguir lidiando con ellas. Yo he tenido pacientes en consulta que responden a estas mismas características y lo vemos a diario en los periódicos. Para que sea más real, sí que nos hemos tomado alguna licencia. Lo único diferente ahí es que en ocho años que pasan ya se hubiera actuado antes. Tampoco quiero desvelar nada para quien no haya visto la película (sonríe). 

A lo mejor lo difícil hubiera sido aguantar ocho años. Una persona así al poco tiempo ya habría actuado. O si hubiese esperado ese tiempo, como nuestro protagonista, es cuando tendría a lo mejor otra serie de conductas más patológicas. Sería una persona que estuviera medicada, con algún problema de ansiedad o manías compulsivas asociadas a esta espera. Entonces esto ejemplifica lo anterior: que esté fundamentado y que el enfoque psicológico sea real, pero quitar algunas cosas que no funcionarían a nivel dramático.

Cartel de la película
Como psicólogo, hasta qué punto la violencia, la venganza y esa sangre fría que evidencia Antonio de la Torre en pantalla y da hasta miedo, es innata a nosotros. ¿Somos así en situaciones límite?
Esa pregunta es de donde surge la idea de la película: ¿Qué haría un ser humano normal, alguien que no está en las películas de Tarantino, si de repente se encontrara con aquella persona que le ha destrozado la vida? Todos decimos: 'si le pasa algo a mi hijo o mi mujer, yo me le cargaba'. Ya pero, qué es cargárselo; cómo lo haces; no has matado a nadie. Matar lo podemos hacer todos, pero es una cosa mucho más sucia y mucho más dura que lo que aparece en las películas. 

El filme sí que muestra que esa frialdad va en aumento cuando el personaje ya emprende un camino que no tiene retorno. La ira va a surgir como una respuesta casi automática, casi impulsiva, ante una situación donde ya es insostenible el odio generado. Y una vez que ya el camino no tiene retorno, es verdad  que entonces tú ya eres capaz de hacer cosas más frías o que al principio de la película el personaje no se hubiese planteado llegar a hacer. Pero tal como está construido el ser humano, si empieza a atravesar ciertos límites, llega a un punto de no retorno donde sí es capaz de modificar su conducta o hacer aquellas cosas que no pensaba que haría.

Llegado a ese punto, pues, parece que no hay solución posible.
No hay solución si además todo se condensa en tan poco tiempo. Hay una avalancha de acontecimientos donde ya no puede parar. Si nuestro protagonista en algún momento, por lo que fuera, tiene que parar cuatro días y volver a meditar y digerir lo que ha hecho, tal vez sí le daría tiempo al arrepentimiento y parar esta cadena. Pero cuando las cosas se suceden tan rápidamente es muy complicado volverse. Y hay un punto así en la película que no vamos a contar más para no desvelar (ríe).

A lo mejor esta pregunta es para Raúl, pero desde el punto de vista artístico se ven muchas referencias cinematográficas en el guión y la ambientación. Como por ejemplo y por citar algunos, Saura y Peckinpah, por ese ideal de venganza.
Saura y Peckinpah, desde luego, han sido referencias de siempre. Y eso está ahí y se refleja de una manera inconsciente. Cuando la íbamos haciendo y veíamos cine juntos y evolucionando, sí que había referencias más actuales como Jacques Audiard, el director de El profeta, y sí que queríamos plasmarlo en diferentes escenas. 

Fíjate que a nosotros nos flipa Tarantino, nos apasiona, pero queríamos huir de Tarantino. De hecho si hacemos una película a su estilo estaríamos haciendo Kill Bill versión cañí (ríe), y de esto es de lo que queríamos huir. Queríamos no ser efectistas, pero sí hacer algún guiño huyendo un poco de eso. Por eso cuando rápidamente la película puede caer en algo así hacemos un giro, lo cortamos y vamos para otro lado.

No faltan las referencias cinematográficas en el guión de 'Tarde para la ira'

Viendo la buena acogida de público y crítica, ¿os animáis a más colaboraciones?
Pues mira, ya teníamos pensado escribir otra película desde antes de acabar esta (ríe). Han sido muchos años y una situación que hemos disfrutado mucho: sin presión, con total libertad y por el placer de escribir. No sé cómo lo vive Raúl, pero para mi es un lujo. Una ventana al cine y al mundo de la creatividad. Y sí que estamos ya con una idea que hemos tenido y cuando acabe toda esta vorágine de las promociones sí que nos vamos a poner a escribirla. Esperemos no tardar tantos años (ríe).

Ahora que me hablas de esa vorágine de presentaciones y para terminar. Alguien acostumbrado al anonimato y que de la noche a la mañana por el trabajo bien hecho salta a los focos, ¿cómo lo lleva?

(Ríe) Yo no conozco a ningún guionista, incluyéndome, que sea famoso a ese nivel. No tenemos ni repercusión mediática ni visual. La valoración positiva por supuesto que te llega y es estupenda, pero que ni el mundo de la fama ni de esto te va a llegar siendo guionista y cosa que se agradece (ríe). Y luego es curioso Roberto, y te lo cuento como anécdota, soy psicólogo y escribo para medios. Toda mi faceta mediática era a través de la psicología. Se ha dado el caso de que me habéis llamado varios compañeros respecto al tema de la película y en una de esas me han llamado para algo que también creía que era de la 'peli' y me puse a hablar de ella, la entrevistadora se quedó como cortada y me dijo: 'Perdona yo te quería hablar sobre la opinión que tiene la neurociencia sobre el tema del coaching..' (ríe). O sea que la faceta divulgativa ya la tenía como psicólogo y esto es nuevo. Es un sueño, me hace mucha ilusión pero es algo que no va a cambiar mi vida, salvo el placer que he tenido de hablar contigo de cine.

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