"Querido Claudio. He conocido listos que se fingían tontos y tontos que se fingían listos. Pero eres el primer caso que he visto de un tonto que se finge tonto. Te convertirás en un dios."
Con estas palabras, Herodes Agripa define a la perfección a Tiberio Claudio César Augusto Germánico, más conocido como Claudio, emperador y Dios, como predijo su amigo. Él es el personaje central sobre el que gira la serie Yo, Claudio, producida por la BBC en 1976 y que se inspira en los textos autobiográficos del emperador. Escritos que recopiló el escritor Robert Graves en dos tomos: Yo, Claudio y Claudio, el dios, y su esposa Mesalina. El propio Graves colaboró con Jack Pulman en la adaptación de ambas novelas que recorren los distintos mandatos de la dinastía Julio-Claudia. Desde el Gobierno del divino Augusto, pasando por los mandatos de Tiberio y el terrible Calígula, hasta la del propio Claudio, sucedido posteriormente por el psicópata Nerón, último emperador de la dinastía.
Y así nos encontramos trece episodios de una calidad interpretativa y argumental brutal vista desde la retrospectiva de un Claudio anciano y borracho que repasa la historia de su familia. Una serie teatral de exquisita calidad. Primero porque Derek Jacobi, que da vida a Claudio, borda la esencia de este personaje. Tomado por la gran mayoría como un tonto por su tartamudez que le generaba problemas para relacionarse, el mandato de Claudio es considerado como uno de los mejores gobiernos de la antigua Roma, por su ideal de justicia y equidad, además de ser el causante de extender y consolidar los dominios del Imperio a Britania.
Jacobi nos muestra por igual a ese Claudio bondadoso e inteligente, pero también ingenuo y humano, despreciado hasta por su propia madre y su abuela, la víbora Livia, lo que nos hace partícipes de su marginación. Solamente encuentra consuelo en su hermano Gérmanico, Herodes Agripa y Póstumo, aunque su abuelo Augusto, poco antes de abandonar el mundo de los vivos, sabe apreciar la inteligencia de su nieto. Y ese es otro de los aspectos que caracterizaron al emperador romano, pese a su apariencia de retrasado. Claudio poseía un poderoso don intelectual para la época y gracias a ello pasó desapercibido entre tanta maldad. Aspectos que el actor británico refleja a la perfección con un toque shakesperiano, el mismo que impregna a toda la serie a lo largo de sus trece capítulos.
Pero si por algo destaca Yo, Claudio es por mostrarnos las intrigas para conseguir el poder. Y lo hace a tumba abierta, sin ambages ni disfraces. Un auténtico estudio de la corrupción y la codicia humana por conseguir el Gobierno que caracterizó a muchos de los miembros de la dinastía Julio-Claudia, que hicieron de la depravación su estilo de vida. Como el propio Claudio expone en sus textos, escritos hacia el final de su vida, la semilla del bien y del mal en su familia se cruzan en cada generación. Es más, por cada miembro justo y puro aparecen dos podridos o, en su defecto, sádicos y depravados, que a siempre -o casi siempre- salen airosos de sus desmanes. Así que acomodaos y, bienvenidos a la Roma del siglo I d.C.
Y aquí se merece un apartado especial el actor británico Brian Blessed, que da vida a Augusto. Blessed ha protagonizado casi toda su carrera en los teatros ingleses y eso se nota a la hora de encarnar a su personaje. Lleva a cabo un dominio espectacular de cada escena y vamos viendo en él el peso de soportar las intrigas del Imperio que domina el mundo. Así, se convierte en una especie de apagafuegos dentro y fuera de su familia. Especialmente en el momento en el que le llega la noticia de la derrota deshonrosa en Teutoburgo, donde Blessed estalla de ira y se produce una conexión total con la trama.
Son los momentos más intrigantes de la serie. Episodios donde se va formando la posición de cada personaje y su posterior evolución. Capítulos en los que la trama argumental pega bandazos entre el aspecto político y humano de los personajes, donde Cla-Cla-Caluido (su tartamudeo se convierte en algo familiar), un niño torpe y aislado, observa a sus mayores y como los augures ya vaticinan su posterior mandato -un lobezno caído del cielo así lo atestigua- ante la incredulidad y escarnio del resto de la familia.
Con Tiberio en escena, la serie, sin perder su esencia dialéctica y teatral, empieza a virar hacia la depravación y la crueldad poco a poco, otra de las características de la Roma imperial después de la muerte de Augusto. Las intrigas por el poder se empiezan a acrecentar una vez muerto el divino y con Germánico, el hermano de Claudio, ganando popularidad. Así vemos en pantalla a un Tiberio, interpretado por George Baker, taciturno y acomplejado por la fama de su sobrino y el poder de su madre, la auténtica gobernadora de Roma.
Es en ese momento donde cobra fuerza otro de los personajes relevantes de la serie, Lucio Elio Sejano, al que da vida Patrick Stewart, el eterno Jean-Luc Picard de Stark Trek o el profesor Xavier de X-Men. Son, quizá, los momentos más violentos de todos los trece capítulos, donde empezamos a ver ya lo que nos deparará el futuro gobierno de Calígula.
Así el terror instaurado por Sejano llega a su fin una vez que Tiberio abre por fin los ojos, pero por desgracia para él, el joven Calígula, su sobrino e hijo del gran Germánico, se revela y acaba con su vida. Y aquí la escena la copa en su totalidad John Hurt convertido en el hijo del mal. Calígula es la personificación del sadismo y la locura. La pieza clave de esa semilla corrupta de la que habla Claudio en sus memorias.
Calígula convierte la domus imperial en un lupanar. Su esquizofrenia le lleva a creerse un Dios, heredero del mismísimo Zeus y con su hermana Drusila como objeto -literal- de su perversa sexualidad. Es en este momento cuando la escenografía pierde la austeridad del principio por escenarios más luminosos, que contrastan con la oscuridad del Imperio, que se acerca al abismo entre tanta orgía sexual y degeneración.
John Hurt, a caballo entre la debilidad mental y el hermafroditismo de su personaje, nos ofrece una interpretación espectacular. Calígula es un personaje tan variopinto que permite todo tipo de licencias. Y Hurt sabe como empaparse de su locura -nombró a su caballo Incitatus senador- y su libertinaje y lujuria. Una calidad que aumenta con los planos donde se juntan la teatralidad de Hurt y Jacobi. Puro arte.
No cabe duda de que las memorias de Claudio son una pieza histórica importantísima. Nos acerca a los primeros años de un Imperio que se ha contado épico. Nada más lejos de la realidad, Claudio nos enseña una familia patricia de Roma amoral salvo por unos pocos miembros. Y en su versión, el papel de la mujer queda en muy mal lugar.
Todas las féminas que aparecen de la familia imperial son retratadas de una forma perversa. Empezando por Livia, cruel y despiadada, de lengua casi viperina.Caprichosas y sádicas en muchas ocasiones, los casos de Messalina o Agripina son los más destacados para definir esta perfidia. En el contexto de una sociedad patriarcal, la mujer que nos dibuja Claudio, su perversa inocencia, es el verdadero poder en la sombra, influyendo con sus "atributos" en la débil moralidad de muchos de los personajes.
Y así se termina de configurar una serie fiel a los libros recopilados por Robert Graves. La historia del emperador al que todos daban por tonto y que acabó dominándolos. Un acercamiento visual a la cotidianidad de un periodo de la historia fascinante y también perturbador. El primer gran producto de la televisión que, con el paso de los años, envejece como el buen vino del que gozaba el divino Claudio. El ejemplo de que la inteligencia siempre vence al mal, aunque el camino de la victoria sea farragoso.
Título original: I, Claudius (TV)
Año: 1976
Duración: 650 min.
Género: Drama / Histórico / Roma
Episodios: 13
País: Reino Unido
Director: Herbert Wise
Guión: Jack Pulman, Robert Graves (Novela: Robert Graves)
Música: Harry Rabinowitz
Fotografía: John Green
Reparto: Derek Jacobi, Siân Phillips, John Hurt, George Baker, Brian Blessed, Margaret Tyzack, Sheila White, Patricia Quinn, Patrick Stewart, James Faulkner, Fiona Walker, Bernard Hepton, David Robb, John Castle, John Cater, Jo Rowbottom, Beth Morris, Stratford Johns, John Rhys-Davies, Barbara Young, Kevin McNally, John Paul
Puntuación: 9/10
Con estas palabras, Herodes Agripa define a la perfección a Tiberio Claudio César Augusto Germánico, más conocido como Claudio, emperador y Dios, como predijo su amigo. Él es el personaje central sobre el que gira la serie Yo, Claudio, producida por la BBC en 1976 y que se inspira en los textos autobiográficos del emperador. Escritos que recopiló el escritor Robert Graves en dos tomos: Yo, Claudio y Claudio, el dios, y su esposa Mesalina. El propio Graves colaboró con Jack Pulman en la adaptación de ambas novelas que recorren los distintos mandatos de la dinastía Julio-Claudia. Desde el Gobierno del divino Augusto, pasando por los mandatos de Tiberio y el terrible Calígula, hasta la del propio Claudio, sucedido posteriormente por el psicópata Nerón, último emperador de la dinastía.
Y así nos encontramos trece episodios de una calidad interpretativa y argumental brutal vista desde la retrospectiva de un Claudio anciano y borracho que repasa la historia de su familia. Una serie teatral de exquisita calidad. Primero porque Derek Jacobi, que da vida a Claudio, borda la esencia de este personaje. Tomado por la gran mayoría como un tonto por su tartamudez que le generaba problemas para relacionarse, el mandato de Claudio es considerado como uno de los mejores gobiernos de la antigua Roma, por su ideal de justicia y equidad, además de ser el causante de extender y consolidar los dominios del Imperio a Britania.
Los tres emperadores: Claudio, Calígula y Tiberio. |
Derek Jacobi es Claudio. |
Pero si por algo destaca Yo, Claudio es por mostrarnos las intrigas para conseguir el poder. Y lo hace a tumba abierta, sin ambages ni disfraces. Un auténtico estudio de la corrupción y la codicia humana por conseguir el Gobierno que caracterizó a muchos de los miembros de la dinastía Julio-Claudia, que hicieron de la depravación su estilo de vida. Como el propio Claudio expone en sus textos, escritos hacia el final de su vida, la semilla del bien y del mal en su familia se cruzan en cada generación. Es más, por cada miembro justo y puro aparecen dos podridos o, en su defecto, sádicos y depravados, que a siempre -o casi siempre- salen airosos de sus desmanes. Así que acomodaos y, bienvenidos a la Roma del siglo I d.C.
"¡Varo, devuélveme mis legiones!"
Lejos de otras grandes superproducciones que tienen al Imperio romano como protagonista, Yo, Claudio -fiel a los textos del emperador- nos traslada a un día cualquiera en la vida de la familia Julio-Claudia que sentó las bases administrativas, militares, políticas y morales del mayor Imperio de la historia. Empezando por el padre de todos, el divino Augusto, que protagoniza los primeros episodios de la serie acompañado por su conspiranoica esposa y emperatriz Livia -Siân Phillips-.Brian Blessed como Augusto y Siân Phillips como Livia protagonizan la primera parte de la serie. |
Y aquí se merece un apartado especial el actor británico Brian Blessed, que da vida a Augusto. Blessed ha protagonizado casi toda su carrera en los teatros ingleses y eso se nota a la hora de encarnar a su personaje. Lleva a cabo un dominio espectacular de cada escena y vamos viendo en él el peso de soportar las intrigas del Imperio que domina el mundo. Así, se convierte en una especie de apagafuegos dentro y fuera de su familia. Especialmente en el momento en el que le llega la noticia de la derrota deshonrosa en Teutoburgo, donde Blessed estalla de ira y se produce una conexión total con la trama.
Son los momentos más intrigantes de la serie. Episodios donde se va formando la posición de cada personaje y su posterior evolución. Capítulos en los que la trama argumental pega bandazos entre el aspecto político y humano de los personajes, donde Cla-Cla-Caluido (su tartamudeo se convierte en algo familiar), un niño torpe y aislado, observa a sus mayores y como los augures ya vaticinan su posterior mandato -un lobezno caído del cielo así lo atestigua- ante la incredulidad y escarnio del resto de la familia.
Tiberio, el acomplejado
Tras la muerte del divino Augusto, su hijo adoptivo, Tiberio, le sucedió en el trono imperial. Aunque el favorito de Augusto para este puesto siempre fue su colega y general Agripa, denostado por las redes venenosas de Livia -como Druso, el padre de Claudio y tantos otros-, Tiberio alcanza el laurel en un mandato del que Claudio también es testigo con más peso que en la época de su abuelo.Con Tiberio en escena, la serie, sin perder su esencia dialéctica y teatral, empieza a virar hacia la depravación y la crueldad poco a poco, otra de las características de la Roma imperial después de la muerte de Augusto. Las intrigas por el poder se empiezan a acrecentar una vez muerto el divino y con Germánico, el hermano de Claudio, ganando popularidad. Así vemos en pantalla a un Tiberio, interpretado por George Baker, taciturno y acomplejado por la fama de su sobrino y el poder de su madre, la auténtica gobernadora de Roma.
Tiberio, interpretado por George Baker, está acomplejado por el poder de su madre Livia. |
Es en ese momento donde cobra fuerza otro de los personajes relevantes de la serie, Lucio Elio Sejano, al que da vida Patrick Stewart, el eterno Jean-Luc Picard de Stark Trek o el profesor Xavier de X-Men. Son, quizá, los momentos más violentos de todos los trece capítulos, donde empezamos a ver ya lo que nos deparará el futuro gobierno de Calígula.
Calígula, el hijo del mal
Aunque los entresijos por alzarse con el poder están presentes en toda la serie, poco a poco Yo, Claudio va convirtiéndose en una especie de novela de papel cuché. Completa la evolución natural de una serie de donde se cruzan las historias de muchos personajes, se nos cuentan las intimidades de todos ellos y eso sin perder un ápice de su atractivo inicial.John Hurt es el depravado Calígula |
John Hurt, a caballo entre la debilidad mental y el hermafroditismo de su personaje, nos ofrece una interpretación espectacular. Calígula es un personaje tan variopinto que permite todo tipo de licencias. Y Hurt sabe como empaparse de su locura -nombró a su caballo Incitatus senador- y su libertinaje y lujuria. Una calidad que aumenta con los planos donde se juntan la teatralidad de Hurt y Jacobi. Puro arte.
La perversa inocencia femenina
Messalina y Livia |
Todas las féminas que aparecen de la familia imperial son retratadas de una forma perversa. Empezando por Livia, cruel y despiadada, de lengua casi viperina.Caprichosas y sádicas en muchas ocasiones, los casos de Messalina o Agripina son los más destacados para definir esta perfidia. En el contexto de una sociedad patriarcal, la mujer que nos dibuja Claudio, su perversa inocencia, es el verdadero poder en la sombra, influyendo con sus "atributos" en la débil moralidad de muchos de los personajes.
Y así se termina de configurar una serie fiel a los libros recopilados por Robert Graves. La historia del emperador al que todos daban por tonto y que acabó dominándolos. Un acercamiento visual a la cotidianidad de un periodo de la historia fascinante y también perturbador. El primer gran producto de la televisión que, con el paso de los años, envejece como el buen vino del que gozaba el divino Claudio. El ejemplo de que la inteligencia siempre vence al mal, aunque el camino de la victoria sea farragoso.
Ficha Técnica
Título original: I, Claudius (TV)
Año: 1976
Duración: 650 min.
Género: Drama / Histórico / Roma
Episodios: 13
I. Un toque de asesinato
II. Asuntos de familia
III. Esperando entre bastidores
IV. ¿Qué hacemos con Claudio?
V. El veneno es la reina
VI. Un poco de justicia
VII. Reina de los cielos
VIII. El reinado del terror.
IX. ¡Zeus, por Júpiter!
X. Salve: ¿Quién?
XI. La suerte del tonto.
XII. Un dios en Britania.
XIII. El viejo rey leño.
País: Reino Unido
Director: Herbert Wise
Guión: Jack Pulman, Robert Graves (Novela: Robert Graves)
Música: Harry Rabinowitz
Fotografía: John Green
Reparto: Derek Jacobi, Siân Phillips, John Hurt, George Baker, Brian Blessed, Margaret Tyzack, Sheila White, Patricia Quinn, Patrick Stewart, James Faulkner, Fiona Walker, Bernard Hepton, David Robb, John Castle, John Cater, Jo Rowbottom, Beth Morris, Stratford Johns, John Rhys-Davies, Barbara Young, Kevin McNally, John Paul
Puntuación: 9/10
Esta serie la voy a recuperar porque me leí el libro siendo adolescente y me gustó mucho. Gracias por comentarla de forma tan interesante.
ResponderEliminarRetomaste finalmente la serie?? A mi me sigue pareciendo una de las mejores
EliminarYo la vi unos años más tarde, cuando fue repuesta por un modesto canal de televisión local. Incluso le regale ls serie completa en DVD a un familiar, que la, vio en su estreno en TVE y le gustó mucho. Desde luego era una gran producción, muy cuidada y con interpretaciones magistrales, sobre todo del actor principal (muchos años después, volvió a vestirse de romano paea interpretar a un importante personaje secundario en "Gladiator"). Pero tengan en cuenta que es un relato de ficción. Seguramente, la verdadera Historia no fue exactamente como se describe en las novelas y en el serial.
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